Terre Cherry, Marcos y Roli son los nombres de los jóvenes filipinos contratados por Efigenia y familia en su cuartel general de La Montaña, gastronómico y turístico, instalado en el caserío de Las Hayas, municipio de Valle Gran Rey (La Gomera) muy cerca de Arure y de Garajonay, parque nacional desde 1981 y Patrimonio Mundial desde 1987. Situado en Orone, uno de los cuatro cantones de la Junonia Menor, en el cuarto cuadrante de la isla colombina, a una cota cercana a los mil metros sobre el nivel del mar y rodeado de palmeras y frutales, de árboles y de algunas vides.

Hacía tiempo que no iba a casa de Efigenia y de sus muchachos en Las Hayas y por eso me llamaron la atención los asistentes gastronómicos filipinos. Los últimos trabajadores que había conocido eran rumanos y antes iberoamericanos. O sea que chinos de momento no porque si no se confunden y pueden notificar on line la compra de su complejo turístico en La Gomera. Lo cierto fue que en la noche del viernes 4 de junio de 2021, el año del libro de Efigenia, Historia viva de La Gomera, tuve la oportunidad de conocer in situ, en una noche algo fresca primaveral a unos muchachos eficientes y serviciales que nos ayudaron a disfrutar de un acto gastronómico vegetariano muy especial por cuanto llevaba muchas horas sin comer nada ya que había venido con la familia desde el sur de Tenerife en el barco Benchijigua de Fred Olsen que había partido de Los Cristianos a las 4 de la tarde. Lo único que hice en San Sebastián fue saludar a viejos amigos y enseñarle a mi familia los rincones más históricos de la capital gomera, pero de comer nada. Desde Cristóbal Colón a Ruiz de Padrón y por eso el parque de la Torre del Conde me llamó la atención, al igual que la olímpica antorcha colombina rumbo a las Américas, la plaza principal de San Sebastián, la iglesia de la Asunción, - donde rezaban los conquistadores americanos-, la Casa de La Aguada por el bautizo de América, el recuerdo del ganado caprino que pastaba en Seima y se llevó Cristóbal Colón para las Américas el 6 de septiembre de 1492; su casa y su estatua, los edificios institucionales, el bar del Contubernio de Munich de cuando Franco exilió a la isla algunos profesores de Derecho a principio de los años de 1960, la sede moderna del Cabildo y la calle Real de la capital, la del Medio. No pude olvidar la petición que le formularon los recordados amigos gomeros, Lito Plasencia y Erasmo de Armas, a su ayuntamiento capitalino, en 1977, cuando nos concedieron a José Miguel González y a mí los Premios de Ecología San Sebastián de La Gomera por nuestro esfuerzo en tramitar el expediente del que fuera años más tarde, en 1981, parque nacional de Garajonay. También evoqué la colección de fotografías en blanco y negro de los monumentos colombinos que antaño nos sacó el recordado fotógrafo portuense Imeldo Bello Baeza y publiqué en EL DÍA.

A las siete de la tarde del viernes pudimos entrar a la sala de exposiciones del Cabildo para contemplar las fotografías personales de una figura histórica de la isla de La Gomera, Efigenia Borges Hernández. Menos mal que me lo apuntó mi familia, ya que también habían colgado de las paredes de la sala una fotografía de la amiga Efigenia con unos haikus que le había escrito años atrás cuando visité la isla colombina con el amigo peruano, Manuel Méndez Guerrero, con ocasión de un libro de promoción turística de Canarias a partir del parque nacional de Garajonay del que tuve la satisfacción profesional de haber sido director entre 1982 y 1987. Un poco más tarde Efigenia nos convocó para presentar en sociedad su libro autobiográfico que había redactado en los últimos meses con el apoyo editorial de dos amigos suyos, Pablo Jerez y María José Cubeles. La presentación corrió a cargo del presidente del Cabildo, Casimiro Curbelo, a quien acompañé en la mesa presidencial en mi condición de prologuista del libro, a propuesta de la familia de Efigenia, en particular de sus hijos Sergio, Fernando y Miguel. El comienzo del acto fue animado por una exhibición de silbo gomero, Patrimonio Mundial, mientras que el cierre contó con la actuación musical del Romancero gomero, Premio de Canarias, en el que participaron los dos nietitos de Efigenia, con sus chácaras y tambores. Al terminar la actividad, difícil de olvidar y donde no faltaron las lágrimas, quedamos emplazados para celebrar en familia la presentación del libro que contempla la vida de una mujer especial y se titula: «Efigenia, Historia Viva de La Gomera». Así lo hicimos, a modo de Epílogo, al día siguiente, 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, en el restaurante de Las Hayas, donde se notó la calidad humana de su familia y de los filipinos. Mi grupo y mis amigas biólogas, Isa Nogales y Marta, lo pudieron comprobar. En el recuerdo, dos personajes, Manuel e Isabelita, su esposo y su hija, a quienes Efigenia les escribió unas «cartas emotivas» que le fue imposible leer. Así se lo percibimos cuando nos entrevistó Radio Nacional de España en La Montaña. Gracias Efigenia por tu aportación vivencial a la historia de tu isla querida, La Gomera. Tu buen saber y hacer son una prueba de ello, de la mano de la gastronomía y del turismo, de la naturaleza y de la cultura. (Isidoro Sánchez. Ingeniero de montes)