Desde muy temprano ayer, segunda y desmochada jornada plenaria, un grupo de una veintena de personas, embutidas en camisetas amarillas, protestaron ruidosamente a unos metros de Parlamento de Canarias, clamando contra los desahucios –que obviamente continúan aunque ya mediáticamente no existen– por la carestía de la vida, los sueldos miserables, la subida de la tarifa eléctrica. Entre los que protestaban se encontraba, feliz, Hoyesmicumpleaños. Quizá lo conozcan. Es un pibe que ya no es un pibe, flaco como una cabilla, con el pelo sucio y ensortijado, ojos saltones y boca muy grande, un pibe que ya no es un pibe y que lleva ya veinte años pidiendo en las calles del centro de Santa Cruz, y en esos veinte años, invariablemente, cuando se le niega la limosna contesta, con una ligera decepción:

Este edificio lovamos a ocupar

–Es que hoy es mi cumpleaños. ¿No me vas a dar nada hoy que es mi cumpleaños? Pues paso después, paso después, vale.

Los manifestantes armaban bastante ruido, pero eran muy pocos, y tal vez por eso, para animarse, comenzaron a gritar que ese edificio, el Parlamento, lo iban a tomar, lo iban a tomar. En un par de horas se fueron acercando muy poco a poco a la puerta. Aparecieron media docena de policías y al cabo se marcharon por los alrededores. Dentro sus señorías daban buena cuenta de la patria y sus destinos. No demasiado brillantemente. Lo más interesante, quizás, fue la comparecencia del consejero de Transición Ecológica sobre la planificación energética de Canarias y un breve y previsible debate para la aprobación de una proposición no de ley para impulsar la construcción del puerto de Fuensalía.

Fue interesante que Jesús Machín recordarse las responsabilidades del PSOE de Fuerteventura en la instalación de los parques eólicos de Fuerteventura, sin eludir las de Coalición Canaria, pero eso no achicó el habitual cinismo de Iñaki Lavandera, que insistió más tarde en que «el origen, el problema, la realidad es que cuando se autorizaron esos aerogeneradores el presidente del Cabildo de Fuerteventura que era del de CC». Después Lavandera, visiblemente cabreado, se contradijo al afirmar que los cabildos no habían tenido nada que ver, que la culpa era de Fernando Clavijo, alfa y omega de todos los males. Valbuena, que el día anterior había pedido disculpas por su actitud en el último pleno, estuvo bien: concedió razones a la oposición, argumentó las acciones de su departamento, aseguró que el ecosistema normativo en el que trabaja empoderará a cabildos y ayuntamientos para participar en la planificación energética a nivel local y anunció de nuevo que la ley canaria de Cambio Climático y Transición Energética entraría en la Cámara en el próximo octubre.

La proposición no de ley de impulsar Fuensalía la había presentado el diputado del PP Manuel Domínguez, alcalde de Los Realejos, y a pesar de eso fue apoyada por todos los grupos, excepto, previsiblemente, por los diputados de Podemos. Manuel Marrero explicó que la saturación del puerto de Los Cristianos no era motivo para construir Fuensalía, y no desperdició la ocasión para citar a Franco, que la izquierda podemita ha convertido en una suerte de villano de Marvel, pero gordinflas. «A usted no le importa nuestra biodiversidad», le espetó al pobre Domínguez, «y sus palabras me recuerdan al desarrollismo franquista, todo lo que sea cemento es bueno». Marrero presentó una solución: que parte del tráfico de Los Cristianos se trasladara «a otro puerto que tampoco sirve para nada y en el que se han enterrado millones, que es el puerto de Granadilla». Si no sirve de nada, ¿cómo es que sirve para convertirse en una instalación portuaria que asuma parte del tráfico de Los Cristianos? Curiosamente Nueva Canarias llevaba una propuesta casi idéntica. Mientras se construye Fuensalía, lo mejor es utilizar Granadilla como puerto provisional. Por supuesto, ni Podemos ni NC presentaron un folio, siquiera una triste servilleta, sobre los costos de una propuesta semejante para la administración, para los empresas de transporte y para los ciudadanos.

Fuera del Parlamento, donde se usa y a veces se abusa del aire acondicionado, comenzaba a pegar el calor. Un calor plúmbeo, pegajoso, hastiante, como si fuera un discurso más. En una esquina me encontré a Hoyesmicumpleaños y me recordó que hoy era su cumpleaños. Me rasqué un euro del bolsillo y se lo entregué y entonces se rió, movió los brazos y se echó a correr. Se detuvo a los pocos segundos y regresó a la esquina y me dijo:

–Este edificio lo vamos a ocupar ¿Sabes que hoy es mi cumpleaños?