Los alumnos del IES de Santa Cruz de La Palma, que lleva el nombre del notable poeta y músico, ganaron el concurso de “Iniciativas de Educación Patrimonial”, patrocinado por el Gobierno de Canarias, con un trabajo escrito y audiovisual sobre El Minué, un número estrenado en 1945 y que, desde entonces, figura con rango estelar en la Semana Grande de la Bajada de la Virgen de Las Nieves.

Tres cuartos de siglo después, mantiene el interés de los espectadores y parece oportuno, aunque sea de modo ligero, recordar su historia. Desde el siglo XVI, los viajeros describieron “una ciudad rica y dada al boato”, y los cantos y bailes que amenizaron los fastos sacros y civiles, especialmente el Corpus, que registró el mayor lustre hasta el voto mariano establecido por el obispo García Jimènez en 1676. Con danzas de niños, más alegres que piadosas, coreografías, cantábiles y recitados se ganaron su futuro en las fiestas lustrales.

Subiendo la edad de los actores y la ilusión de Versalles, el veinteañero Luis Cobiella Cuevas compuso por encargo municipal el Minué que, más allá del título y perpetuado en el programa, es un espectáculo a la palmera, de gran pompa y potencia visual. Con bases melódicas que, por su raíz folclórica y emoción, atrapan al paisano y sorprenden al forastero, se escribió para orquesta sinfónica, solistas y coro mixto, y con danzantes juveniles que marcan el ritual cortesano.

Es la sublimación del imaginario colectivo –“La música de todos nosotros”, en feliz expresión de Inma Velasco– y la estampa sin hora de damas de altos peinados, obligado corsé y robes a la française: faldas, sobrefaldas, triangulares petos para cubrir pecho y vientre, guantes, lazos y joyas, aderezos de brillo y sombreros de plumas; y, rivalizando en colorido y lujo, galanes con chupas sin mangas, casacas de faldones, corbatas de seda y encajes, calzones al talle, sin cintos ni tirantes, medias de raso, zapatos de tacón mediano y dorada hebilla.

Al grato Minué inaugural le siguió el titulado Festival del Siglo XVIII, ambientados ambos por Alberto-José Fernández García (1930-1984), con eficaz trabajo en decorados y atuendos y, finalmente y con mayor ambición, dos obras de inspiración folclórica: Minué de los Aires en Re, que se ganó la fijeza n el programa lustral, y el Minué del Santo Domingo, una creación sostenida en el yambo, pie de métrica de origen grecolatino y formada por una sílaba breve y otra larga.

La pandemia suspendió las fiestas lustrales y, con ellas, la presencia de la Orquesta Sinfónica de Tenerife y de su director honorario, Victor Pablo Pérez, que dedicó sinceros elogios al polifacético compositor. En la fusión de lo propio y lo foráneo nacen los famosos y muy populares minués y marcan su vida profunda e intensamente ligada a la Isla de La Palma, a modo de motivo conductor hacia la genialidad al servicio de la música popular”.