Según me comunican las personas que me asesoran en el tema de la diabetes, actualmente se trabaja intensamente en la prevención de esta asesina silenciosa, tanto especialistas endocrinos como médicos de familia y enfermeros y, aquellos cuya preocupación principal es acabar con esta pandemia, tienen como fin evitar que haya más enfermos con sus inevitables consecuencias. Así debería ser con todas las enfermedades que nos aquejan, si solo afligen a un pequeño número de personas o si afectan a una gran población. Una actitud.

El camino no es fácil, sobre todo como Sancho con la Iglesia, topándose continuamente que el peor enemigo, la Industria Alimentaria. A lo largo de décadas se han conseguido logros importantes, el primero de ellos es la obligatoriedad de incluir todos los ingredientes que componen el producto final a consumir en el etiquetaje y, el segundo es la fecha de caducidad. Cuán negativa es la ingesta de algunos productos que consumimos habitualmente y qué daño hacen a nuestro organismo, especialmente a aquellas personas que no producen insulina suficiente, ya que el contenido en azucares y grasas saturadas e insaturadas de estos productos perjudican notablemente. Otra adversidad viene desde los laboratorios, con sus investigadores, químicos o biólogos, cuánto bien han hecho en poco más de un año encontrando las vacunas para tratar el coronavirus, que a juzgar por la trayectoria de la pandemia ha sido con bastante efectividad, pero por razones desconocidas para mí y otros afectados, no se han puesto con la misma diligencia y actitud para encontrar algo que erradique la diabetes, pandemia que mata más que el Covid19. Por último están los gobiernos y los políticos, que no tienen tiempo o quizás capacidad suficiente, están a lo suyo, luchando por sus prebendas y no dedican ni solo ratito a discutir sobre lo humano y lo divino, ellos siempre son los buenos y los contrarios los males. Vergüenza ajena da ver las reuniones del Consejo de Ministro Español, donde parece que hay más cargos que en la Asamblea General de la ONU, y lo peor es que todos cobran. Entre los que nos hemos embarcado en esta cruzada hay vidas y circunstancias de todas clases y algunas no muy agradables, pese a cumplir en, algunos casos, a rajatabla, con las instrucciones y receptación de los médicos responsables. La vida de un enfermo de diabetes, aunque las asociaciones y federaciones la pinten de color de rosa, tiene otra realidad, padecimiento de dolores articulares y musculares, mala circulación, pérdida de vista y otras patologías diversas, por lo que tienen que ingerir día a día una desorbitada cantidad de medicamentos. En mi caso, hoy precisamente que me ha tocado hacer una analítica de sangre, aunque mi estado general sea bueno, tengo diversas dolencias. En la última revisión oftalmológica me han dicho que el ojo derecho ya no tiene más tratamiento ni curación posible, así que harán un seguimiento más exhaustivo del izquierdo. Intento llevar un control, me tomo las pastillas y ando en la cinta entre 60 y 70 minutos, llegando algunas veces a los 90. En cuanto a la alimentación soy regularmente bondadoso conmigo mismo y a veces se me escapa una natilla, siempre de coco, o una “magdalena que me has hecho”, como las denomino. Le puse el nombre por una película de hace años, no recuerdo el título, en la que Clark Gable le enseña a Claudete Colbert como mojarlas en el café con leche, pero cuando ella lo intenta, se quedaba flotando en la bebida, así que Clark le insistía en que había que mojar y sacar rápidamente.

Entre mis allegados, compañeros de enfermedad, todos individualmente van consiguiendo algunos logros. Sabemos que existe un producto que sustituye a la insulina, que se llama Ozenpic, un inyectable en pluma precargada de gran efectividad, que evita el rosario de pastillas. Evidentemente solo es prescrito por un endocrino y es válido solo para diabéticos cuya enfermedad tiene un exceso de azucares y es muy irregular, pues tiene muchas contra indicaciones.

Está claro, y mis compañeros están de acuerdo, en que existe mucho ocultismo. Hay veces que da hasta miedo hablar y, si se interesan mucho, reciben hasta veladas amenazas. No comprendemos que no exista más diafanidad y claridad y, por supuesto interés en erradicarla. ¿Intereses ocultos? CON DIOS.

(*) aguayotenerife@gmail.com