Una anciana que acostumbraba a pasear después de la cena por una carretera próxima a su casa en la comarca de Cangas del Narcea fue atropellada por un oso que le causó diversas lesiones en la cara y en la cadera, a consecuencia de las cuales tuvo que ser hospitalizada. Digo atropellada porque es el verbo que mejor describe el suceso después de haber leído y escuchado en varios medios la noticia. En la mayoría de las versiones se utiliza el verbo agredir como si el oso hubiese atacado deliberadamente a la anciana para hacerle daño, una circunstancia que en cualquier caso se considera excepcional ya que en las últimas décadas no hay datos sobre sucesos parecidos. Como suele ocurrir, los testimonios de las personas próximas al lugar de los hechos difieren bastante y mientras unos aseguran haber visto cómo el oso intentó arrastrar a la anciana antes de que consiguieran hacerlo huir con sus gritos, otros confiesan haber visto en días anteriores a un oso que deambulaba por la carretera con aspecto de estar desorientado. A la hora que mando este artículo a la imprenta todavía no se ha localizado al animal y, por tanto, no sabemos si es macho o hembra, si es una cría o un adulto, o si es un ejemplar tan grande como los que mataba a cuchillo Juan Díaz-Faes, también conocido como Xuanón de Cabañaquinta, aquel bigardo de 1,93 de altura que era compañero de cacerías de Alfonso XIII, un rey que gustaba tanto de la montaña como de las hermosas montañesas. El oso pardo y el lobo son dos animales que se fueron convirtiendo en mitos a medida que desaparecían físicamente diezmados por la caza excesiva y por el avance imparable de la colonización humana. No obstante, en los últimos años los ecologistas habían conseguido librarlos de su definitiva extinción mediante la implantación de medidas conservacionistas en algunos territorios en los que se prohibió su caza indiscriminada. El repunte, muy modesto, de la población de osos y de lobos motivó las protestas de los ganaderos que denunciaron no solo el aumento de ataques a sus rebaños, sino también la lentitud de la burocracia a la hora de indemnizar las pérdidas. Desde Galicia hasta los Pirineos toda la montaña es territorio propicio a la cría de osos y de lobos, que han pasado, últimamente, a convertirse en atractivo turístico mediante la creación de unas rutas que permiten su observación desde lugar seguro. Para evitar –supongo– episodios desagradables, como la muerte por un oso del rey Favila, allá en los tiempos legendarios de la monarquía asturiana. Cuando yo me fui a vivir a la calle de Santa Susana, justo enfrente del parque de San Francisco, en Oviedo, ya no estaban en su jaula Paca y Tola, las dos osas que, junto con los monumentos prerrománicos y la catedral, eran el reclamo turístico más importante de la ciudad. La verdad es que tampoco me importó demasiado. Ver a dos osas encarceladas es un espectáculo bastante triste. Mejor en libertad y por el monte. Ahora solo hay que desear que la señora atropellada por el oso se recupere pronto de sus lesiones.