A los que conocimos La Guancha en la década de los 70 del pasado siglo nos cuesta leer en la actualidad dicho territorio y ver las transformaciones en el paisaje y el paisanaje. La situación nos obliga a realizar una lectura de los cambios bruscos que registra nuestra sociedad y de la compleja realidad Canaria.

La Guancha era de los pueblos más prósperos de Tenerife, de los que tenía una menor polarización social y con estudiantes brillantes. El casino de La Guancha, a diferencia de otros centros similares y cercanos al mismo, no era elitista y cerrado sino un espacio abierto, con debates de cultura, economía y política. Allí se celebraron actos tan importantes como un Congreso Internacional sobre las papas dirigido por el Doctor Antonio Bello -máximo responsable del Consejo Superior de Investigación en Madrid-, que contó con la participación del director del Instituto Escocés de las papas. También se celebró una asamblea sobre las papas importadas y la agricultura canaria en el que intervino el Ministro de Agricultura, Jaime Lamo de Espinosa, en la época que Adolfo Suárez dirigía el Gobierno de España. E incluso se presentó un libro sobre las medianías de Tenerife obra de Manuel Caballero y Rafael Jiménez.

Además, La Guancha tenía una cooperativa (Fuentes de La Guancha) que exportaba papas tempranas a Inglaterra. Es decir, los guancheros, en la década de los 70, eran una referencia viva en el plano social y ambiental de Tenerife, algo que se ha perdido.

Hoy en día, La Guancha tiene una complicada lectura. En unos años hemos pasado de un municipio pionero en distribución de la riqueza, con una comunidad viva y la tierra cultivada, a todo lo contrario: un campo sin campesinos, con gran parte del suelo agrario cubierto de matorrales, zarzas, helecheras, granadillos, vinagreras, tabaibas y rabo de gato.

No solo se trata de una crisis productiva en la que se están perdiendo algunos de los suelos más fértiles de la Isla y de los mejores secanos de Canarias, sino en la aparición de problemas nuevos como son los incendios forestales. Estamos hablando de un riesgo en las proximidades de zonas pobladas, de los núcleos de población y de los entornos de las vías de comunicación, como se puede observar con un simple vistazo a la carretera de subida a La Guancha.

Paisaje y Paisanaje.-

Es de difícil explicación que La Guancha con más de un 25 % de paro, tenga los campos sin campesinos. Como también lo es que Canarias importe más de 60.000 Tm3 de papas y aquí y ahora no seamos capaces de cultivar, como mínimo, las papas que comemos. Y todavía es peor que defendamos un modelo económico más solidario, tanto en el plano ambiental como en el social.

En unos días estaremos pidiendo hidroaviones para defendernos de los peligros del fuego y aquí todos pendientes que papá y mamá –Cabildo o Ayuntamiento- contraten unos días a barrenderos o podadores de rabo de gato.

Es decir, estamos yendo en contra de aquella sentencia de Confucio de “dale un pescado a un hombre y comerá un día, enséñale a pescar y comerá siempre”.

Aquí parece que no queremos aprender a pescar. Y debemos reflexionar seriamente sobre el presente y futuro de esta tierra y los usos que hacemos de la misma. Creo que los responsables políticos han confundido el pesquero de los votos, ya que en un corto período los pesqueros se agotan y la cultura de la ‘sopa boba’ nos pasa factura a todos. Estamos en una sociedad sin pesqueros, sin surcos, sin sachos encabados y, lo que es peor, con títulos de doctores en ‘encabar sachos’ y que también demanda ‘sachos con pilas’. No, señores, no hay pilas para los sachos.

La Guancha es un ejemplo vivo de lo que no debemos hacer. En dos generaciones se ha empobrecido, aunque, eso sí, ahora tenemos más títulos que cuando lo pedíamos al Ministro Lamo de Espinosa que no se importaran papas para el consumo propio. Ahora las papas llegan hasta Teno y Garafía y en La Guancha no tenemos ni una vaca, pero si tenemos muchos granadillos y matorrales y, lo que es peor, una larga lista de paro.

Los responsables políticos del Ayuntamiento de La Guancha, el Cabildo y el Gobierno de Canaria tienen que decir y hacer algo más que ofrecer palabras como sostenibilidad, huella de carbono o economía circular.

Nuestros jóvenes han de revindicar un modelo más solidario con el campo y los campesinos y, por supuesto, con los urbanitas. Los productos de la tierra tienen que generar bienestar para los que doblan el espinazo –para los que usan el sacho sin pilas- y creo que sobran declaraciones bonitas en un lenguaje que ha devaluado gran parte de lo que decimos y hacemos sobre el agro y el medioambiente.

La Guancha es un libro abierto de lo que no debemos hacer. Ahora solo una minoría labra y siembra, mientras nos alimentamos con suministros alejados de nuestra tierra en una actitud cargada de insolidaridad que siembra paro y miseria en nuestra gente. Los matorrales de granadillos y zarzas crecen sin control y eso supone peligro para el verano, pero también para un invierno ‘cargado de pobreza’. Hemos de mirar para la tierra con más cariño y más solidaridad y recordar que no existen trabajos vergonzosos: lo vergonzoso es no querer trabajar.