Ahora que los bares y restaurantes ya pueden abrir hasta pasada la medianoche, la mirada está puesta en el ocio nocturno. Según los modernos, a un local donde se baila y se bebe una copa se lo llama club; término que comparte protagonismo con discoteca, o disco, si se quiere aparentar ser enrollado, porque decir boîte es tan carroza como usar carroza y enrollado.

La Casa Azul en la sala Apolo, en 2018.

Ahora bien, incluso mucho antes de las boîtes, el ocio nocturno ya existía y Barcelona era una de sus mecas europeas. Las plumas de los Josep Maria de Sagarra, Josep Maria Planes o Sebastià Gasch se afilaron con las crónicas de lo que vivían en las coctelerías, cabarets, music halls, dancings...

Dancing’, ‘boîte’, club, discoteca... ¡la noche!

Lo que hoy se llama ocio nocturno y que en otros tiempos simplemente era «la noche» es un fenómeno que apareció a finales del siglo XIX gracias al crecimiento de las ciudades y a la electricidad. Sin luz artificial no se pueden iluminar la oscuridad ni los espacios cerrados, y sin grandes cantidades de gente no se pueden llenar los locales.

Olvidemos por un momento la comodidad de nuestro siglo XXI con calefacción y aire acondicionado, videojuegos, internet, Netflix y el sofá. Las casas de antes no eran ni mucho menos tan confortables como las actuales y para pasar un buen rato, se salía. En Barcelona el lugar donde ir era el Paral•lel, que vivió su época dorada hasta que el franquismo convirtió la ciudad en una película en blanco y negro. Antes de la guerra el lugar más famoso era La Criolla, «la puerta dorada del Barrio Chino», en palabras del cronista Paco Villar. Convivían allí pequeños delincuentes, prostitutas, travestidos, burgueses, bohemios... y era parada obligatoria para los visitantes ilustres que quisieran conocer el alma noctámbula de la ciudad. Por allí pasaron el escritor Federico García Lorca o el actor Douglas Fairbanks. En ese momento la música todavía era en directo, aunque los sindicatos de las orquestas ya advertían del peligro que suponía para su oficio la música grabada.

Los vaticinios acabarían convirtiéndose en realidad pasada la Segunda Guerra Mundial. Precisamente porque era mucho más barato poner un disco que pagar un grupo musical, el propietario del restaurante Scotch Club de la ciudad alemana de Aquisgrán comenzó a hacer sesiones de música grabada y de paso rebautizó el local como Jockey Tanz Bar, considerada la primera discoteca. El encargado de conducir las veladas se llamaba Klaus Quirino. Sin embargo, para mantener el anonimato en una época en que trabajar en el ocio nocturno no estaba bien visto, se hizo llamar Disc Jockey Heinrich, o sea DJ Heinrich. Quedaría todo muy bien atado pensar que fue la primera vez que se utilizó el término DJ, pero en realidad los americanos ya lo empleaban para referirse a los locutores de radio que presentaban canciones.

Durante los 60, las generaciones nacidas después de la guerra llegaban a la edad adulta y esto provocó la transformación del ocio nocturno. Las discotecas se convirtieron en las reinas de medio mundo. El local estelar de la Barcelona de la época fue el Bocaccio, inaugurado en 1967 en la calle de Tuset, epicentro de la Gauche Divine. Los hijos de las clases acomodadas del franquismo crearon aquel espejismo de libertad en el oasis de Tuset. Y sirvió de inspiración para abrir discotecas en todo el país, primero en la Costa Brava y paulatinamente en todas las poblaciones, donde nacieron locales para que la gente joven disfrutase de la noche.

Mientras, en Barcelona, el Bocaccio se apagaba para dejar paso a la Sala Bikini y al Up & Down, que se convirtió en un referente de la clase alta de la ciudad. Solo podían acceder las personas socias y conseguir un carnet para entrar era el trofeo más deseado para muchos.

Superada la resaca olímpica y con la feroz turistización de la ciudad, «la noche» ha perdido la fuerza de otros tiempos. Quién sabe si después de tantos meses de no poder bailar y pasar un buen rato asistiremos a un nuevo capítulo de la historia del ocio nocturno, porque seguro que los Jamboree, Apolo, Razzmatazz, Luz de Gas y tantos otros se volverán a llenar de gente enseguida que los dejen abrir puertas.