Entre las actividades culturales de Madrid, que se esfuerza, como todas las ciudades que se precian, en aparentar normalidad en la opresión de la pandemia, destaco la exposición de quince obras que completan y enriquecen la colección del Museo del Prado por la última y generosa voluntad de una ciudadana anónima, admiradora del centro al que, según confesó, debía los mejores momentos de su vida.

El sorprendente legado de Carmen Sánchez García, una profesora de secundaria fallecida en 2016 y asidua de las actividades de la pinacoteca –el nombre lo hizo público el director– consistió en un piso en el casco histórico de Toledo y una cantidad en metálico, que sumaron un largo millón de euros, y se tradujo en la inteligente adquisición de dos obras capitales para la comprensión del arte español del Renacimiento: Alegoría de la Templanza, del toledano Alonso de Berruguete, la primera tabla de su autoría en los fondos estatales, y un magnífico autorretrato de Pedro de Campaña, que se suma a su selecta producción.

Se compró además un expresivo San Francisco de Asís de la granadina Mariana de la Cueva y Barradas, que aumenta la nómina de mujeres presentes en el Prado –una asignatura aún por aprobar– y fue elogiosamente citada por Antonio Palomino en El parnaso español pintoresco laureado, tratado fundamental del arte español del siglo XVII. De la misma centuria se consiguió un lienzo monumental de la Virgen del Carmen y la fundación de la Orden del Carmelo, debido a Gabriel Antonio Corvoysier (1659-1725), archivero real de conocida biografía pero, hasta la fecha, inédito como plástico. Destacan también Mujer en el baño, del círculo de François Clouet, por su escasa presencia en España; Adriaen Thomasz y José del Castillo con el único encargo religioso que asumió en su vida.

El resto del lote comprende obras de Antonio Gispert –una réplica de Los Comuneros de Castilla expuesta en el Congreso de los Diputados– de Eduardo Rosales, dos telas, de asunto histórico y, acaso, las mejores telas que aún estaban en manos particulares, y Mariano Fortuny y María Blanchard, artistas anteriores a Picasso, que es el límite temporal de la colección madrileña.

Pasamos una hora intensa y apasionante ante un ejemplo de filantropía, la vocación de procurar el bien ajeno aún a costa del propio, el amor por la especie humana, la ayuda desinteresada a los demás que no se muestra, lamentablemente con mucha frecuencia en estas horas.