El protagonista del siguiente artículo nos aproxima ante el relato de un ser cuya vida se liga de forma constante a la isla de Tenerife por diversos motivos. Le caracterizaba su espíritu perfeccionista en el trabajo, implicándose desde diversos puntos de vista en todo aquello en lo que su persona pudiera contribuir. Fue un hombre alegre al que le gustó jugar al fútbol en su infancia y juventud, disfrutando, ya en su etapa adulta, de todos aquellos partidos que su tiempo, en muchas ocasiones limitado, le permitiera observar. Lector de novelas, en su conversación no faltaban las referencias a refranes así como chistes que reflejaban, en su conjunto, el perfil de un ser polifacético que dejó de existir hace casi tres décadas y que también encontró tiempo para disfrutar de placeres como la buena gastronomía. Su nombre era Santiago Peña Población y en la memoria de muchos, especialmente de los realejeros que le acogieron durante los últimos años de vida, permanece vivo su recuerdo ante las incontables horas y esfuerzos que desarrolló en la reconstrucción de la Parroquia de Nuestra Señora de la Concepción de Los Realejos tras el fatídico y voraz incendio del 5 de noviembre de 1978.

Nace en el año 1926 en la provincia de Valladolid, siendo hijo de Gervasio Peña, del que aprende el oficio y buenos consejos que más tarde llegarían a ser toda una fuente indispensable de éxito en su trayectoria. Con esos referentes iniciales y el espíritu de progreso que ya le acompañaba desde sus primeros años, decide montar su propia empresa que, por diversas circunstancias, no se prolonga en el tiempo pasando entonces a la empresa Consto SA (Construcciones Toquero, SA) en Valladolid. Esta empresa tenía acuerdos con el Ministerio de Cultura para la restauración de monumentos a lo largo del territorio español. Con tal empresa llegó en 1982 hasta la isla de Tenerife con el fin de participar en las obras de restauración de la Parroquia de Nuestra Señora de la Concepción de Los Realejos, en un proceso donde trabajaron numerosas personas y donde el papel y la huella de nuestro biografiado sería constante. Todo ello había tenido como precedente un extenso currículum que nos lleva hasta su participación en los exteriores de la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción (Valladolid), la Iglesia de San Clemente-Tahull (Lérida), el Monasterio de Santa María-Gradefes (León), el Palacio de los Dávila (actual museo Pérez Comendador) – Hervás (Cáceres), el Convento de Las Claras (Salamanca), el Ayuntamiento Viejo (Zamora), el Ayuntamiento y Palacio de los Castejones-Ágreda (Soria), el Monasterio de Fitero (Navarra) y la Iglesia de Enciso (La Rioja). Ya en el ámbito tinerfeño su papel se liga a otros proyectos como la cubierta de la Parroquia de Santiago Apóstol (Los Realejos), la antigua Recova (Santa Cruz de Tenerife) y la pavimentación de la Plaza de la Iglesia Matriz de Nuestra Señora de la Concepción (Santa Cruz de Tenerife).

En su llegada a la isla, además del papel de la empresa, también tendría un motivo importante la figura de su mujer, Rosa Luisa Carpintero (conocida por todos como Marisa), ya que era una enamorada de nuestro archipiélago y que no dudó en insistir a su marido en la necesidad de que acudiera a la isla para materializar tal deseo. Desgraciadamente falleció de forma repentina el 29 de septiembre de 1982, cuando su esposo estaba en Tenerife y ella preparando las maletas para iniciar una vida en conjunto en la isla que nunca se llegó a materializar. A las islas si llegaron sus hijas Maribel (que regresó a Valladolid en 1985) y Mar Peña Capintero (a la que agradecemos profundamente su disposición para materializar las líneas que el lector tiene ante sus ojos).

Numerosas anécdotas marcan el trabajo y la relación de Don Santiago con Tenerife y, con especial atención, con el municipio de Los Realejos, falleciendo el 26 de octubre de 1992 sin llegar a asistir a la tan esperada reapertura al culto de la Parroquia en 1993 por la que tanto había trabajado. Sirvan estas líneas como sencillo homenaje de un realejero a su persona a casi tres décadas de su final.