La estrategia es un conjunto de reglas que buscan una decisión óptima en cada momento. Supone establecer un objetivo y, por tanto, los medios o instrumentos para conseguirlo. El Gobierno de España determinó una estrategia de vacunación para este país que consistía en lograr la inmunidad de una gran mayoría de la población. Y decidió -con muy buen tino- empezar por las personas mayores, que eran las más vulnerables al coronavirus. Pero el suministro de vacunas garantizado por la Unión Europea falló estrepitosamente y nos hemos quedado con un pie en el aire. Y ahora nos enfrentamos a una situación muy complicada: este verano se espera la llegada de millones de turistas a destinos como Baleares o Canarias, dos archipiélagos cuya vida económica depende del turismo, lo que comportará un enorme riesgo de contagio para las miles de personas que trabajan en el sector de la hostelería, la restauración y el ocio turístico que, por edad y profesión, no han sido incluidos entre los grupos prioritarios a inmunizar. ¿Nadie previó que si volvía el turismo tendríamos que proteger al colectivo laboral más expuesto a los contagios? Aceptando que todos los que van a venir estén inmunizados —que es mucho aceptar— eso no impide que alguno sea portador del virus. La mejor manera de evitarnos disgustos es que nuestra propia gente esté inmunizada. A estas alturas deberíamos estar vacunando como locos a todos los trabajadores del turismo. Por ellos, por supuesto. Y por la cuenta que nos corre a todos a efectos de la imagen exterior de nuestro turismo. Esa, por ejemplo, sería una estrategia. Si la tuviéramos.