La sociedad norteamericana se halla profundamente marcada por su historia y, entre las señas de identidad que condicionan su forma de vivir y entender la realidad, se encuentra su pasado vinculado a la denominada Conquista del Oeste. Hasta podría afirmarse que se trata de un pueblo violento, si no fuera porque lo cierto es que toda la Humanidad lo es. No obstante, dentro de esa violencia que marca su peculiar forma de ser, los estadounidenses reflejan una idiosincrasia propia, influida por los western y los duelos en O.K. Corral, que incluye esa estética de sombreros de cowboy y un personal modo de organizarse, con figuras como las de los sheriffs con estrellas de puntas en sus chalecos. Este escenario no ha sido creado por el cine, ni tampoco hace referencia a tiempos pasados. Las películas se limitan a reflejar una realidad que perdura a día de hoy en muchas partes de Estados Unidos y, si algún aspecto hay que reconocerle, es que su industria cinematográfica sabe exponer sus conflictos y exorcizar sus demonios a través de largometrajes que ponen el dedo en la llaga.

Diane Lane y Kevin Costner en ‘Uno de nosotros’.

Uno de nosotros es una cinta ambientada en la actualidad, pero que responde en muchas de sus premisas a una tradicional película del Oeste. La lucha entre el bien y el mal y la resolución de un conflicto por la vía del enfrentamiento hunden sus raíces en la esencia de un género que tan bien define a la sociedad en la que se inserta. Da igual que los ciudadanos ya no monten a caballo ni transiten por caminos polvorientos, porque la esencia sigue siendo la misma. En ese sentido, lo mejor de esta producción es que ofrece una trama honesta, bien narrada y apoyada en solventes interpretaciones, aunque casi en cada plano rezuma esa dosis de ADN que configura la denominada Segunda Enmienda a la Constitución de Estados Unidos, al reconocer el derecho de su ciudadanía a poseer y portar armas.

Un maduro matrimonio ha sufrido la pérdida de su hijo. El esposo, un sheriff ya jubilado, vive con su mujer en un rancho de Montana. Sin embargo, deciden dar un giro a su vida para rescatar a su nieto, que ahora reside en Dakota. El niño se encuentra bajo la tutela de la poderosa familia Weboy, dado que su nuera se ha vuelto a casar con otro hombre. La matriarca de ese influyente clan, tras descubrir las intenciones de los abuelos paternos, decide hacer todo lo posible para impedir que el niño regrese con ellos.

El realizador Thomas Bezucha se sitúa detrás de las cámaras y he de reconocer que su evolución me ha sorprendido gratamente. Hasta ahora lo había asociado a comedias mediocres de dudosa carga sentimental, como La joya de la familia, con Sarah Jessica Parker y Diane Keaton o Monte Carlo, con la cantante Selena Gómez, títulos que nada tienen que ver con el que nos ocupa, cuya intensidad y dramatismo marcan la diferencia con sus anteriores obras. Sin llegar a calificarse de sobresaliente, logra entretener y ofrecer con solvencia una interesante combinación entre thriller y western. En cualquier caso, se aleja de los meros tópicos de los relatos de venganzas para ofrecer una narración más elaborada y compleja.

Uno de los puntos más reseñables es, sin duda alguna, su elenco de actores, encabezado por dos estrellas a las que admiro y que, además, han sabido adaptar sus papeles al paso del tiempo sin caer en el ridículo. Por una parte, Kevin Costner, excelente actor con una magnífica trayectoria artística, plena de destacadas interpretaciones que le han reportado dos Oscars por Bailando con lobos y de la que ha dado cumplida muestra en, entre otras, la imprescindible J.F.K. Caso abierto y las muy recomendables Los intocables de Eliot Ness, Campo de sueños, Un mundo perfecto, Entre el amor y el juego u Open Range. Aquí lleva a cabo un solvente trabajo. Y por otra, Diane Lane, que me hechiza cada vez que veo Cotton Club. Debutó nada menos que de la mano de Sir Laurence Olivier y George Roy Hill en Un pequeño romance (1979) y sostiene con arrojo un gran porcentaje del peso del filme. Está francamente estupenda en su papel. Les acompaña Lesley Manville, candidata a la estatuilla dorada de Hollywood por su actuación en El hilo invisible.