Hola. A estas alturas ya todos sabrán quién soy. Sin embargo, me presento para que nunca se olviden de este momento. Soy la vacuna contra el SARS-CoV-2, aunque todos me conocen por Pfizer o AstraZeneca. Nací en la probeta de un laboratorio gracias al ingenio irreductible de los herederos de Robert Koch, que me crearon a contrapronóstico mientras la mayoría de los humanos perdían el tiempo en culpabilizarse los unos a los otros. Heredé de mi familia el ARN mensajero que codifica la proteína S del virus, aunque dicen los más cercanos que saqué de mi madre la paciencia de los estabilizadores de la sal y el azúcar, y de mi padre, los revoltosos lípidos que me transportan hasta las células. Mi tía fue la primera valiente que pasó a la historia por erradicar la viruela en 1980, y aunque me sienta una privilegiada, todavía tengo amigas que llevan décadas esperando en esas eternas fases de los ensayos clínicos. Regalo los besos y abrazos que no nos dimos, con afecto hasta para los más egoístas que nunca creyeron en mí. No te haré más inteligente, tampoco más fuerte ni más listo, pero lo que sí te aseguro es que te volveré a hacer inmune. En mi composición porto el virus de la recuperación económica, la apertura de las puertas del turismo y la reactivación optimista del tejido empresarial, porque yo no llevo los microchips de Bill Gates, yo traigo la esperanza en pequeños viales. Jamás imaginé colapsar webs y provocar conflictos diplomáticos entre países amigos, pero así soy yo, criticada y aplaudida, amada y vilipendiada. Nadie sabrá el daño infringido por el ejército de inquisidores que me acusaron de una maldad que no poseo. A ellos, solo les deseo no pasar por lo que otros sufrieron. Durante todo este tiempo en que no hemos podido estar juntos me has demostrado que me necesitabas, mientras yo, en la lejanía del laboratorio, idealizaba el momento del primer encuentro. Con la misma pasión que Penélope esperaba a Ulises conocí a Anatolia. Un recuerdo que guardo en el cofre de los instantes inolvidables y que llenó de esperanza y certidumbre los corazones de todos los canarios. Todavía me acuerdo de las palabras de aquella joven octogenaria, diciéndome con la calma que transmite la nobleza que estuviera tranquila, que había llegado para quedarme y que todo iba a salir bien. Quiero aprovechar para dar las gracias a personas maravillosas que han hecho de mi llegada un motivo de alegría. Al gran Amos García, que con su calma, prudencia y paciencia nos ha enseñado a todos a enfrentarnos con didáctica aristotélica a una situación totalmente desconocida y terrible. A todos los profesionales que contaban días de 30 horas, médicos, cajeros y cajeras de supermercado, repartidores, agricultoras, abogadas y taxistas, a todos, gracias. Ahora te pido algo, un anhelo blindado con el homenaje a los que queriendo no pudieron. Acuérdate de aquellas personas a las que adorabas y no tuvieron la oportunidad de tenerme, acuérdate también de los hombres y mujeres que no llegaron a tiempo para vivir un momento imperecedero. Que la emoción y el cariño nos enseñe el camino de la vacunación, como lo hicieron nuestros mayores en las colas de la esperanza. Siempre, siempre, cuídalos con el mismo afecto que lo hicieron contigo. No olvides el esfuerzo, la dedicación y las lágrimas de los miles de sanitarios que te salvaron la vida, porque antes de llegar yo ya estaban ellos. Que nunca se terminen los aplausos a nuestra sanidad pública. Soy ARN mensajero.

@luisfeblesc