Vaya rebencazo que le han dado al área de Servicios Sociales del sufrido Gobierno guanche. Canarias está a la cola de las comunidades autónomas de España, una, grande y atormentada, en la atención a los más vulnerables. Gastamos más que nunca y damos los peores servicios de siempre. El discursito de la herencia recibida —o sea, que esto viene de atrás— empieza a oler demasiado rancio. Sobre todo porque los anteriores gobernantes del desastre subieron proporcionalmente más los fondos destinados a la atención de los pobres, aunque con idénticos resultados de los que ahora fracasan. Es un naufragio, irremediable, de los de antes y los de ahora. Ellos se tiran la pelota para entretener, pero los que están a dos velas son los que peor están. Las familias que no han cobrado el Ingreso Mínimo Vital, los miles de dependientes con ayuda aprobada que siguen sin percibirla, los mayores que después de toda una vida pagando impuestos y trabajando como negros no tienen centros donde se les cuide y atienda. En suma, un desastre colosal. Y todas las palabras del mundo no sirven para encubrirlo. El Indice DEC, elaborado por directores y gerentes de Servicios Sociales, deja a nuestras islas a la altura de un zapato. Nos coloca, en términos de servicios, con la calificación de “irrelevantes”. Y las excusas ya no valen. El pasado no lo aguanta todo y las promesas que no se cumplen con humo.