El pasado jueves mientras iba de camino a casa escuchaba un podcast de un colega que hablaba del autoengaño, y fue ahí cuando me asaltó la idea de escribir sobre este acto tan común y tan poco reconocido.

Sí, es muy común el “autosabotaje”. Quizás si recapacitas ahora, te das cuenta de cuándo y cómo lo haces, hasta una sonrisa puede salir cuando recuerdas alguna escena en particular, porque sabes perfectamente que sí, lo haces. Pero ¿sabes? Aquel autoengaño que es importante, es el que obvias, aquel que ocurre en aquellas escenas donde el verdadero autoengaño cobra relevancia, donde aparecerá para hacer su función principal que es la de protegernos, la de hacernos creer que somos felices, la que nos hace pensar que manejamos la situación y que además lo tenemos todo bajo control.

Aunque parezca un plan urdido durante semanas o meses, autoengañarse es más común y natural de lo que creemos, resulta que es algo biológico, instintivo.

Pero, ¿lo hacemos conscientemente? ¿Lo hacen solo las personas que tienen un “problema” de base? y… ¿por qué nos autoengañamos?

Nos autoengañamos porque ante la necesidad de tomar ciertas decisiones para nuestro cerebro la más sencilla es la correcta y por ende actúa así, autoengañándonos. Mi colega, José Serrano (psicólogo sanitario) alude en su podcast a la economía emocional y aunque parezca demasiado sencillo lo que te voy a contar… no es más que eso.

Podríamos llamar economía emocional a aquella función de nuestro cerebro que busca la resolución de problemas a través del camino más sencillo, el camino que menos nos desgaste emocionalmente. Nuestro cerebro entiende perfectamente qué es un problema y sabe que tiene que evitarlos y/o resolverlos de la manera más sencilla, rápida y con menos desgaste para nosotros, ésa es la explicación de la economía emocional que aplica nuestro cerebro ante las decisiones que vamos teniendo que tomar día tras día.

Un ejemplo claro de ello es el siguiente: llevamos años viviendo con nuestra pareja. Compartimos gastos, la cuenta bancaria, las responsabilidades del hogar, el cuidado de los niños… Somos un engranaje bien montado y afrontamos los días de una forma… llamémosla “correcta”. Pero… y casi siempre suele haber un “pero”… no nos sentimos bien del todo, algo falla, ya no nos acercamos en busca del contacto físico, ya no nos preguntamos por cómo ha ido el trabajo, ahora ni siquiera comemos a la misma hora (aunque sí lo hagamos en la misma mesa)…Llevas meses cambiando tus turnos de trabajo para no coincidir con él/ella en casa y lo has racionalizado de la siguiente manera: “es lo mejor para los niños”, “de esa forma logramos atender todas nuestras tareas”, “se trata de un sacrificio que forma parte de ese engranaje perfecto”.

Pues éste es un ejemplo claro de autoengaño. Un autoengaño proveniente en gran parte de ambas partes, ¿por qué? Porque el cerebro funciona de esta manera, y el de la inmensa mayoría funciona así.

Y es que enfrentarnos a la gran pregunta no desataría más que una larga lista de problemas interminables, algunos incluso sin solución. ¿Nos queremos aún? ¿Sentimos atracción el uno por el otro? ¿Queremos pasar el resto de nuestra vida juntos?

La larga lista de problemas seguiría, dividir los gastos según lo que use cada uno, separar las cuentas en el banco, enfrentarse a la búsqueda de un nuevo domicilio, decírselo a amigos y familia, ¡decírselo a los niños!, afrontar el día a día y todas sus gestiones de una manera independiente, sin apoyo, organizar horarios…

No, nuestro cerebro no es tonto pero a veces nos facilita demasiado las cosas. Tanto que nos convierte en personas pasivas que se adaptan al entorno sin pensar en sus inquietudes, en sus deseos, en sí mismas.

Dicen que “el camino más rápido es la línea recta” pues eso… el autoengaño explicado en una expresión popular, sin más.

Dicho esto, ¿cómo lo gestionamos?, ¿debemos gestionarlo?, ¿se trata realmente de un problema?

Sí, debemos gestionarlo y se trata de un problema, porque si tu situación con tu pareja o con tu trabajo es ésa (la desidia), quien debe decidir de forma consciente si aguantar o no, eres tú. Puedes estar pensando “nuestros cerebros somos nosotros, así que decidimos nosotros”, pero no. La mayoría de las personas nos autoengañamos en algún momento de nuestras vidas, el problema real está en aquellas personas que entran en un bucle, en una espiral infinita, en un estilo de vida marcado por el autoengaño, por el autosabotaje. ¿Cómo nos enfrentamos a ello? Lo primero es detectarlo, ser conscientes de cuándo nos estamos autoengañando, la manera más sencilla de detectarlo es cuestionándonos y haciéndonos esas preguntas que tu cerebro intenta evitar: ¿Somos felices con nuestra pareja? ¿Lo somos en el trabajo? ¿Eran éstas tus metas? ¿Eres feliz?

Si en tus respuestas existen más “peros” y justificaciones que respuestas contundentes, es probable que te estés autoengañando y darte cuenta de ello es el primer paso para salir de esa espiral. “No soy feliz en el trabajo pero va a ser muy complicado encontrar otro con los tiempos que corren”, “no soy feliz con mi pareja pero es normal, llevamos ya muchos años juntos”, “no son mis metas pero quién logra cumplir objetivos, son solo ilusiones”, “no soy feliz del todo pero…”

Detectado el caso del autoengaño las riendas de tu vida las tomas tú, como siempre, y si eres consciente obrarás en consecuencia según hayas decidido después de sopesar pros y contras. Ahora sabes que no tomarás decisiones trascendentales a la ligera porque tu cerebro actuando en modo “económico” te lo haya querido poner fácil ¿no crees?

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