Entre cartas, balas, navajas y pólvora del rey –los que pagan las salvas de ordenanza siempre son los mismos– los gatos votaron ayer a sus ratones. Dos días después del aniversario de los navajazos a los gabachos ilustrados, los madrileños le clavaron la bayoneta a la izquierda protosanchista. En todo el lomo.

“Oigo patria tu aflicción” decía el poeta de la guerra civil que luego llamaron de la Independencia. El poeta que cantó al ibero león, a sus valientes curas y a los muertos que escarbaban sus tumbas para salir y combatir a los invasores. También lucharon españoles contra españoles. La especialidad de la casa, que alcanzó su esplendor en el 36 en un ambiente tan parecido al de ahora.

Lo que ganó ayer en Madrid no fue la derecha, a pesar del varapalo que le han pegado al dúo Picapiedra, Pedro y Pablo, que muchos confunden con el socialismo español. Lo que ganó es uno de los dos populismos. Una de las dos Españas que se enfrentan, se insultan y se odian. Uno de los dos bloques que aplican el conocimiento sociológico y el marketing electoral para despertar los peores sentimientos y calentar el partido como uno de los clásicos, con sus fanáticos, sus bengalas y sus violencias de baja intensidad.

Ayer se produjo una derrota sin paliativos del pacto de las izquierdas. El único superviviente del naufragio fue Más Madrid y ese trozo de excelente madera –Mónica García se llama el trompo– donde se refugió el voto progresista, desencantado de tanto cantamañanas. Lo demás fue un desastre. El PSOE presentó un candidato desganado, un sabio y sereno caballero llamado Angel Gabilondo, que nunca se enteró de que estaba en medio de una pelea de garito. Y Podemos, enfrentado a la extinción, necesitó echar mano desesperada de la telegenia de Pablo Iglesias, quemado como el palo de un churrero con sus chalés, sus niñeras y sus desdecires, pero que se prestó gentilmente a terminar de incinerarse para salvar el culete a sus compañeros del foro.

Al otro lado las noticias no fueron mejores. Ciudadanos ya son recuerdo de la infancia en un patio de naranjos: en paz descanse. Ya Vox, que soñaba con tragarse entera a la derechita cobarde, se le atravesó en medio del gaznate una torrija con la forma de Isabel Ayuso. Que es también un mensaje perverso para la dirección del PP: ¡mira lo que hace una mujer sin complejos y con dos ovarios bien puestos que hace populismo de derechas!

Lo que nos dejan las elecciones madrileñas es, entonces, un cierto regusto a hiel. La participación masiva es la consecuencia de una radicalización sin precedentes. Crispa que algo queda. Los nuevos partidos no eran el fin del bipartidismo: eran el fin de la tolerancia y el principio del extremismo;: la era de las furias, entre gritos, fascistas, comunistas, y patadas. Insultos como disparos e ideas que yacen heridas de muerte en un charco de malas babas. Así no iremos a ninguna parte, salvo al maldito pasado.

Celtiberian show

El Recorte. ¿Qué es España? Hay una enormidad de libros que lo analizan. Textos eruditos que buscan la raíz del ser español, la esencia destilada de tantos pueblos distintos separados por una historia común. Pero no busquen más. Las elecciones de Madrid nos han ofrecido una muestra indiscutible del espíritu celtibérico. Al jugador del Real Madrid Marcelo le tocó ir como vocal suplente de una mesa electoral. Acudió a su cita en la mesa, acompañado de un nutrido séquito de representantes del club. Y una vez allí, según relatan las crónicas informativas, acaeció que no apareció el vocal al que le tocaba, con lo que le tocaba quedarse a él, como buen españolito que vienes al mundo te guarde dios. Pero, claro, ¡era Marcelo! Así que merced a una diligente gestión ante la junta electoral, una vocal segunda suplente “se ofreció” para cubrir la vacante del famoso, para que el jugador pudiera marcharse con su equipo. Así que, ya saben. Si es usted ingeniero o físico o bioquímico o peón de albañil o músico de orquesta o lo que quiera que sea lo que hace usted para ganarse la vida y le citan a una mesa electoral, se jode y va. Porque si no va se le cae el pelo. Y no hay excusa que valga. Pero si es usted jugador de fútbol... ¡Ah! Eso es otra cosa. Se coge uno la ley electoral y se la pasa por el forro. Que hasta ahí podíamos llegar. Porque esto ES España. Así, con mayúsculas. Como mayúsculas son las bolas bajos las patas de Malospelos y Benavides y de todos los que han permitido lo aquí relatado.