Erase una vez un menceyato cuyo parlamento decidió, tras mucho discutir, que para producir energía eléctrica había que utilizar gas natural, porque contaminaba muchísimo menos que el carbón y bastante menos que el fuel oil. Pero, en ese país, hechas las leyes hechas las trampas. Y por supuesto, nunca se usó más gas que el de los mecheros.

Y es que el gas tenía gafe. Y lo siguió teniendo con el paso del tiempo. Muchos años más tarde, en Tenerife, nadie levantó una mano para defender una inversión de más de doscientos millones en una gran regasificadora proyectada en el polígono industrial de Granadilla. Se la cargaron como el que espanta una mosca, entre denuncias judiciales, polémicas políticas y discursos calentológicos. Mientras tanto, en Gran Canaria apostaron por otro tipo de inversión; una gran presa, la de Chira-Soria, que servirá para almacenar la energía que se produzca en la isla. Porque muchas veces el excedente de energía se tiene que verter en la red para disiparla en la nada. Aquí se perdió un gran proyecto y la dirigencia política sigue pasmada. Es lo coherente con la larga tradición de esta tierra de perpetuos segundones.

La última noticia es ya, con perdón, para estallar en carcajadas, si es que a estas alturas le queda a uno sentido del humor. En el super puerto de la Luz, en Las Palmas, se va a instalar una regasificadora para suministrar combustible a los barcos que lo demanden. Si. Aquel gas anti ecológico y tóxico. Aquel gas que se iba a cargar la transición energética en esta isla. Justo ese gas. En Las Palmas sí, en Tenerife no. Aquí vamos a instalar —según he podido leer entre lágrimas de risa— un generador que funcionará con hidrógeno verde para darle electricidad a los buques que atraquen. O sea, que el combustible lo traeremos desde La Luz pero gracias a nosotros los turistas podrán encender las lámparas de la mesa de noche de los camarotes con energía verde.

Que esta isla tiene lo que se merece lo demuestran cosas como esta. A nadie parece que le importe, si exceptuamos al presidente del PP, Manuel Domínguez, que se ha agarrado el hombre un cabreo importante. Y a José Segura, un socialista tinerfeño que tiene más neuronas en un milímetro cúbico de su despejada cabeza que todos sus sucesores juntos y que ha escrito en varias ocasiones de nuestras miserias portuarias. Las patronales siguen rascándose los sobacos con su tradicional bonhomía. Como los sindicatos. Y los partidos políticos. Y la sociedad civil. Porque, total, qué más da que no tengamos combustible para los cruceros y grandes portacontenedores. Qué más da que tengamos que importarlo de Huelva o de Las Palmas. Qué más da que nuestro mortecino puerto siga perdiendo competitividad. Qué más da que en vez de haber construido el gran proyecto de Granadilla hayamos hecho un churro. Qué más da que no se haga ni una sola de las grandes obras que llevamos décadas esperando. Qué más da. ¡Como si todo eso nos fuera a dar de comer!

El recorte

Un acuerdo difícil. El Gobierno de Canarias está claramente a favor de resolver la situación de miles de empleados públicos que se encuentran trabajando de forma irregular para la CCAA. Los casos son variados, pero la tónica general es la existencia de contratos irregulares que se prolongan año tras año desde hace mucho tiempo. El propósito del presidente Torres es garantizar la continuidad de estas personas en la plantilla “hasta la extinción de sus puestos”. Es decir, que no serán funcionarios, pero tendrán su trabajo garantizado. Es una posición razonable, porque el acceso a la función pública está condicionado a la superación de oposiciones, pruebas objetivas de mérito y conocimientos, que no se pueden saltar a la torera. Sin embargo, la última decisión del Gobierno canario no ha sido afortunada. La suspensión ‘in extremis’ una reunión con los representantes de los trabajadores se hizo con muy poco estilo. La plataforma de trabajadores públicos se ha cabreado, con razón. Pero hay que tener paciencia. El Gobierno central no va a permitir que Canarias firme un acuerdo histórico en el que conceda fijeza a sus trabajadores en situación irregular. Porque pondría a la Administración central en una situación muy difícil. El acuerdo tiene muchos enemigos y muchas cáscaras de plátano por el camino. Así que hay que tener mucha paciencia y no estallar a las primeras de cambio.