Estamos cerca del 40 de mayo –el comienzo del verano– y los responsables ambientales de las cinco islas occidentales deben estar preocupados ante los temas de prevención de incendios ya que las herramientas que disponemos son muy limitadas.

Todos sabemos que el fuego se apaga en invierno, que en el presente caso ha sido bueno para el crecimiento de la vegetación y que nos deja una amplia masa vegetal, posiblemente la mayor que ha conocido el territorio canario en los últimos 400 años. Y decimos cuatrocientos con números y con letras, aunque no tenemos referencias del número de rumiantes en la piel del territorio en ese periodo.

Tendríamos que mirar esos años para comparar la superficie ocupada por hierbas y matorrales –m3 de combustible en lenguaje de los ingenieros–, que en agosto y septiembre generan una situación de peligro en amplias zonas pobladas en las que los habitantes del medio rural son urbanitas que ignoran que gran parte de los entornos de las viviendas están constituidos por plantas que arden con facilidad en los veranos canarios.

No olvidemos que en los años 70 del pasado siglo teníamos en Canarias más de 100.000 agricultores y 200.000 animales pastando en el Archipiélago y eso provocaba que se retirasen más de 4.000 tm3/día de pastos. Hoy no tenemos ni 30.000 agricultores y posiblemente menos del 20% del ganado pastando.

Datos preocupantes

Las estadísticas nos dan una información sobre ganadería. Tenemos una reducción preocupante de la cabaña ganadera y nuestros ganaderos miran para la bolsa de Chicago preocupados por el precio de los cereales. Por otro lado, hablan de Régimen Específico de Abastecimiento (REA), que en muchos casos no solo nos traen forraje para el ganado sino también productos cárnicos y lácteos sin pagar arancel alguno. Eso provoca una situación que arruina a las explotaciones locales, poniendo en aprieto las explotaciones ganaderas canarias.

Estamos con un modelo equivocado que pasa factura; hemos maltratado la agricultura y la ganadería, haciéndonos dependientes del exterior. Ahora hablamos de la cabaña ganadera y comparamos en números con lo que teníamos hace 40 años. Y esto es mucho más que números, ya que la pobre cabaña actual no se alimenta de nuestros campos sino que mayoritariamente es urbana y depende del exterior, igual que los humanos.

Veamos los municipios con más ganado vacuno. No son La Laguna (1.700 cabezas), Garafía (135 cabezas), San Mateo o La Orotava. Los mayores municipios con vacuno son Las Palmas (2.358 cabezas) y Agüimes (2.617 cabezas). Aquí hay explotaciones con más ganado que todos los municipios de La Palma o La Gomera alimentadas del exterior; es más, hay numerosos municipios de Canarias que no tiene una sola vaca, matorral o vegetal a 200 metros de la plaza del pueblo.

Hemos separado agricultura de la ganadería, algo que ha sido complementario, sobre todo, por la materia orgánica para el campo. Qué decir en las medianías húmedas para retirar combustibles o cultivar forrajeras –lo que llamamos pastos– tanto en entornos forestales, como en las zonas pobladas. También hay que mencionar las ovejas, y las cabras con pastoreo en los entornos urbanos o cortafuegos forestales, barrancos y bordes de tierras de labranza y los pastores como una actividad básica en el plano ambiental

Cuando hablamos de kilómetro cero (Km 0) de agricultura y sostenibilidad, de huella de carbono, o el cambio climático, tenemos que mirar para dentro, ya que el tsunami que nos visita parece que quiere quedarse cerca de nosotros.

¿Tiene conexiones con los entornos ambientales? Aquí y ahora tendremos que hablar con más seriedad de un modelo que en parte conocieron nuestros padres. Ellos, sin grandes bullicios sobre sostenibilidad o cambio a climático, hacían prevención de incendios y tenían los entornos habitados y limpios de vegetaciones antes del 40 de mayo. Cuando los suelos se agotaban, sembraban o plantaban tagasaste que hacían de leguminosa, mejorando los suelos para volver a sembrar sin química.

Ahora las mayores plantaciones de tagasaste del mundo están en Australia, con más de 150.000 has y aquí estamos mirando para la bolsa de Chicago, apretando el cinturón para competir con los precios que nos pagan por los huevos y el queso y los costes con una alta dependencia. Aquí las gallinas han de poner los huevos en la supuesta intimidad; legalizar una granja requiere un nivel de estudios y papeles con unos costes en tiempo y dinero de difícil implantación por los ganaderos.

La prevención

La prevención es una asignatura básica. Ahora ponemos medios aéreos y miramos los costes económicos de los mismos. ¿Cuántas brigadas forestales y pastores con sus rebaños pueden hacer prevención en nuestros campos? Hay que poner en valor el papel del monte y la ganadería y el medioambiente como generador de puestos de trabajos y los helicópteros deben ser un elemento auxiliar ante los incendios.

Necesitamos un debate serio sobre la agricultura y la ganadería y su papel en la alimentación de nuestro pueblo. Lamento que los responsables ganaderos del Gobierno de Canarias y el Cabildo de Tenerife no planteen un plan forrajero en Canarias, asociando ganadería, agricultura y medio ambiente.

Deben poner más recursos en prevención y menos en hidroaviones y forrajes importados. Ahora hay millones de euros para importar forraje y no para el plan forrajero que nos haga menos dependiente y genere puestos de trabajo. Y lo que es más importante: garantía y seguridad en nuestros campos, cultura de seguridad y valor del esfuerzo y del trabajo y la vinculación de la naturaleza al campo a la sociedad como un todo: lo urbano y lo rural. Resulta lamentable que los que valoran nuestros tagasastes y tederas –plantas forrajeras Canarias– sean los australianos y neozelandeses. Aquí no miramos por el campo ni por los campesinos. Ahora queremos máquinas, olvidando la ineficiencia de las mismas -véase los escasos resultados en California, Portugal y Australia-, cuando aquí hay condiciones para un plan forrajero que daría empleo a nuestra gente y seguridad a nuestro campo.