El endocrinólogo es el médico especialista en evaluar las alteraciones del metabolismo, el sistema del cuerpo que detecta un funcionamiento inadecuado en las hormonas y las posibles enfermedades relacionadas con la producción de las mismas. Entre la infinidad de alteraciones que se producen en el organismo y que deben ser consultadas con el endocrino están los problemas nutricionales: obesidad, ganancia o pérdida de peso rápidamente, diabetes, hipotiroidismo, hipertiroidismo… además de diversas complicaciones hormonales: desproporción de vello corporal en mujeres, crecimiento de las mamas en niños, exceso de sudoración…

De entre tantas enfermedades existentes provocadas por las alteraciones del sistema endocrino, estoy embarcado en una cruzada a favor de los enfermos de esta asesina silenciosa que es la diabetes. Cada día descubro problemas distintos, hago consultas, pregunto a mis allegados como llevan el tratamiento y otras particularidades y, me intereso por la variedad de medicamentos que se recetan actualmente. Todos los comentarios están siendo muy útiles, a juzgar por los correos que recibo y las llamadas personales de amigos y pacientes que ya saben que además de su médico de familia y el especialista, también pueden acudir a la ADT, Asociación de Diabéticos de Tenerife, donde los atenderán telefónicamente en el 922253906.

El endocrino es el que debe diagnosticar la enfermedad y marcar el tratamiento a seguir, una vez obtenidos los resultados de los diversos análisis y pruebas. En mi caso tengo tratamiento por sufrir diabetes tipo2. No tengo la menor idea de cuántos especialistas existen en Tenerife, pero sí me he dado cuenta que cada maestrillo tiene su librillo y aplican la receta según su criterio. Pongo varios ejemplos. Contreras, amigo de la adolescencia, le han recetado Metformina. Mi cuñada Zoraida y mi amiga Loli toman Diamben. A mi amiga Ángeles le han prescrito Eucreas. Vicente, amigo entrañable, toma dos distintos, Icandra e Invokana. A un servidor le han recetado Forxiga. Habiendo tantos distintos lo consulto con una de mis farmacéuticas de confianza, Beatriz. Me dice: ¿todos?, ¡hay un montón! Descubro también en Internet una clínica en Latinoamérica de un doctor apellidado Ramos Pavón, que dice tener un producto que en seis meses erradica la enfermedad, resaltando además los diversos efectos secundarios de más de cincuenta medicamentos. Estas informaciones, como otras que se leen en la red, deben contrastarse, pero seguiré ahondado en el tema intentando llegar al fondo de la cuestión, si es que existe.

Mi médico de cabecera durante más de treinta años fue Pablo Benítez García, un galeno como la copa de un pino que también era el médico de la Policía Nacional. Atendía a los pacientes del Servicio Canario de Salud en Tomé Cano, pero su consulta particular estaba el edificio San Miguel frente al Mercado Nuestra Señora de África, lugar al que acudía con frecuencia a repostar. Nos teníamos mucho aprecio, pero en una ocasión empecé la visita diciéndole: “Pablo, he leído…” Me quedé a media frase, porque salió con dos piedras en la mano y me soltó una bronca terrible: “como a ti se te ocurra leer el prospecto de los medicamentos que yo te receto, dejas de ser paciente mío de inmediato”. Intenté responderle: “Pablo es que yo...”, pero no pude. Zanjó la conversación con: “Nada, nada…, lo dicho”. Un tiempo después, estando juntos un lunes de carnaval en el hotel Mencey con nuestros respectivos uniformes carnavaleros, en un momento que nos quedamos solos pregunté: “¿Te acuerdas cuando te dije que había leído y me largaste la bronca del siglo? Lo que quería decirte es que había leído en El Día que se había celebrado el día de la Patrona de la Policía Nacional y los Santos Ángeles Custodios”.

Empezamos a reírnos y no paramos. Llegaron unos amigos que preguntaron por qué nos reíamos y, más risa nos entraba. Pablo nos dejó hace unos cuantos años, pero siempre tendré de él un recuerdo imperecedero. Abrazo muy fuerte para su familia.

Después de eso he seguido su consejo, ni se me ocurre leer el prospecto, aunque recientemente para pedir la Forxiga en la farmacia lo llevé y, al desplegarlo, vi que era como dos pañuelos de caballero. No lo leí, pero las contraindicaciones llenaban dos caras. Ni se les ocurra leerlo.

Me despido otra semana más. Pronto serán más gratas.

Con Dios.