El mundo de los arquitectos canarios está de luto: se ha ido uno de los compañeros que más ha contribuido al prestigio de esta profesión en las Islas a lo largo de las últimas décadas.

Para el que no lo conozca, Vicente Saavedra, junto al inseparable Javier Díaz Llanos, es un autor que ha dignificado los espacios urbanos de las Islas con un puñado de edificios que debemos valorar más profundamente. En 1971 ambos terminaron las obras de la sede del Colegio de Arquitectos de Canarias en la rambla de Santa Cruz, un icono urbano que, con el contrapunto de la roja escultura de Martín Chirino, ha marcado una huella indeleble en el paisaje de la ciudad. Pero, ya antes, Vicente y Javier habían hecho algunas obras magníficas en la isla como el Centro de Rehabilitación Vintersol en Los Cristianos y el edificio Dialdas en la santacrucera plaza de la Candelaria. Luego vendrían otros numerosos proyectos culminados con éxito y con una enorme calidad constructiva que introdujeron aquí una nueva estética renovadora de la anquilosada arquitectura que se practicó en la post guerra española.

Hoy es una lástima el estado en que se encuentra una obra cumbre de su trayectoria, muy maltratada por la incomprensión colectiva y la desidia de nuestros responsables políticos y administrativos: es la ciudad turística de Ten-Bel, en el sur de Tenerife, que ha experimentado un deterioro inmerecido. Una propuesta ejemplar que respondió admirablemente al surgimiento de una actividad económica que ha dado sustento a una gran parte de los canarios durante más de medio siglo. Esos conjuntos de apartamentos destinados a la acogida de visitantes, y que desarrollaron en colaboración con otro gran arquitecto, Luis Cabrera, bien merecerían una decidida acción colectiva para su rehabilitación como expresión y muestra de un momento cultural que se plasmó brillantemente en el árido territorio de la costa tinerfeña. En Santa Cruz y La Laguna se pueden apreciar también algunos otros magníficos edificios suyos que son hoy hitos urbanos relevantes, como el edificio Wildpret, al comienzo de la calle del Castillo, o la Universidad Laboral, a la entrada de La Laguna. En 1988, ambos culminaron otra obra significativa: la estación de viajeros del puerto de San Sebastián de La Gomera, trabajo por el que obtuvieron el reconocimiento del premio Oraá de arquitectura canaria. Su trayectoria profesional se ha caracterizado siempre por su alto servicio a la comunidad, realizando múltiples edificios de viviendas sociales y numerosos equipamientos colectivos. Ese conjunto de obras de arquitectura fue refrendado una exposición antológica que celebró Tenerife Espacio de las Artes en 2017 y por una publicación monográfica que vio la luz en 2019.

Pero es que Vicente Saavedra ha desarrollado durante muchos años un trabajo cultural impresionante. Cuando yo empecé a estudiar arquitectura, hicimos un curso de verano en la sede del colegio de arquitectos. Ocasión que me permitió conocer a ambos y visitar con ellos Ten-Bel. Una excursión profesional en la que nos explicaron de una forma muy pedagógica aquellas obras entonces en marcha. Al año siguiente, en el verano de 1973, me atreví a ir a su oficina a pedirles trabajo. Recuerdo todavía a Vicente Saavedra en ese momento, circunspecto allí en el vestíbulo escuchándome. Al día siguiente estaba colaborando, dibujando planos en los espacios del Colegio de Arquitectos para ejecutar las piezas escultóricas de lo que en ese otoño conformarían la Primera Exposición Internacional de Escultura en la Calle. Una serie de magníficas esculturas de renombrados artistas que acabarían transformando perentoriamente la ciudad de Santa Cruz en un espacio cultural de primer orden. Gracias a él pasaron y dejaron piezas aquí artistas tan relevantes como Miró, Moore, Saura, Soto, Tapies y los canarios Millares y Chirino, entre otros. Muchas esculturas, que ocupan hoy los espacios urbanos de Santa Cruz y la isla, están ahí gracias a él.

Vicente ha animado la escena cultural de Tenerife durante muchos años y ha acumulado una de las colecciones de arte contemporáneo más relevantes de la Isla. Cuando poca gente creía aquí en la importancia de la cultura de nuestro tiempo, él dedicó enormes esfuerzos desinteresados en la divulgación de sus expresiones más actuales.

Vicente Saavedra Martínez, ha sido además compañero Académico de Bellas Artes. Y tras una vasta y fructífera carrera compartida con su inseparable compañero Javier Díaz-Llanos La Roche, recibió conjuntamente en 2019 la Medalla de Oro del Colegio de Arquitectos, como muestra del máximo reconocimiento otorgado a su labor como profesionales y artistas. También les otorgada la medalla de la isla Tenerife por su Cabildo Insular en 2020.

En fin, alguien al que he tenido siempre como una referencia profesional y al que he apreciado profundamente. En esta triste despedida desearía que permaneciera en nuestro recuerdo durante mucho tiempo.