Es difícil concebir cualquier añoranza o nostalgia de una España desarrapada, bruta e ignorante, con una intrahistoria cotidiana de hambre, miseria y ferocidad. Una república de 5 años que acreditó la imposibilidad de convivencia, pluralismo e inclusión, no solo en el 36 sino con la revolución de Asturias del 34, a cargo de socialistas y anarquistas. Lo positivo, algunas buenas intenciones y pequeños logros a un coste altísimo que pagar. La falta de activo que poder presentar, se invierte dándolo por hecho, si la rebelión de Franco no lo hubiera impedido. Persecuciones, asesinatos, miseria: irrelevantes. La disyuntiva a Franco no fue la República, a la que sirvió contra la insurrección del 34, sino el Frente Popular con la sovietización creciente del Estado. Stalin era proveedor, pero también un ídolo, y los comunistas dueños del cotarro. Como anunciara Clara Campoamor antes de escapar de la República, España se debatía entre el fascismo y el comunismo. La realidad política, no la forma jurídica del Estado. Siempre con comparaciones indebidas.

La peor izquierda de Europa, la española, lo es con creces y la que más sangre acumula padecida pero también inducida, la más ignara, sin autores ni teorías; pasada la fase socialdemócrata de Felipe González, ha descubierto todo su horizonte en la España hambrienta de hace casi un siglo. Pedro Sánchez se retrotrae a aquella época tan plena y promisoria, no es Marsilio Ficino fascinado con la antigüedad clásica, ni Goethe con el esplendor italiano, ni Heidegger con Grecia, la II República no está ni con mucho a ese nivel, ni cultural, humanista o artísticamente, de suyo, como realidad cierta, no pasa de garbancera y pistolera.

En la asociación a favor de la II República estuvo Ortega y Gasset y el doctor (verdadero) Marañón, de Ortega es la reacción ante los primeros horrores con “No es esto, no es esto”. El mundo con pensamiento escapa de la II República, son de otra pasta, que tampoco lo tendrán fácil con Franco y alguno muere en el exilio de la República. Ortega, Marañón, Chaves Nogales, Juan Ramón Jiménez, Unamuno, Azorín, Baroja, Madariaga, Ramón Gómez de la Sena, Clara Campoamor, Pérez de Ayala. Tienen una cosa en común, son liberales, el único pensamiento con lustre que hubo.

Completamente superados por la economía y la gestión de algo, nuestra izquierda sabe que no hay mayor promesa de exclusión en España que la II República, que garantizaría, ya de una vez, la desaparición de la derecha. ¿De qué si no tanto culto y expectativas? ¿Por algo de hace 90 años con toda su miseria y carencias, ya todas resueltas?