¿Pánico a las armas nucleares? No, gracias

La madrugada del domingo al lunes el complejo nuclear iraní de Natanz sufrió un ciberataque que inutilizó las centrifugadoras destinadas al enriquecimiento de uranio. Sucedía solo unas horas después de que el país hubiera celebrado el Día Nacional de la Tecnología Nuclear con el anuncio de la puesta en marcha de nueva maquinaria en aquellas instalaciones. Teherán ha calificado de acto terrorista el episodio y ha responsabilizado a Israel, tal y como sostienen los principales medios de comunicación hebreos.

Este incidente ocurre cuando se acaban de reactivar las conversaciones internacionales para controlar la potencia nuclear de Irán. Los encuentros, celebrados en Viena, cuentan con el apoyo del Reino Unido, Francia, Alemania, China, Rusia y Estados Unidos, que durante la presidencia de Trump había abandonado lo que se denomina Plan de Acción Integral Conjunto, iniciado en 2015.

Cinco años antes, en 2010, las Naciones Unidas habían sancionado a Irán al sospechar que estaba enriqueciendo uranio para fabricar armas nucleares, aunque Teherán siempre ha defendido que desarrolla la tecnología atómica por necesidades energéticas del país. Aquellas sanciones provocaron el descenso de la moneda y el aumento de la inflación, lo que se tradujo en una mayor inestabilidad económica de Irán. Dado que, lejos de mejorar, la situación empeoraba, en 2015 empezaron las negociaciones para limitar el enriquecimiento de su uranio y la cantidad que podía almacenar.

Cuando Trump llegó a la Casa Blanca endureció la posición americana y vinculó el tema nuclear al paro del programa de misiles balísticos de Teherán. Al no ser aceptada la propuesta, EEUU se retiró de las conversaciones y aumentaron las sanciones contra Irán que, a su vez, aceleró el programa de enriquecimiento de uranio.

Con el relevo en el Despacho Oval, la agenda americana ha recuperado el rumbo anterior porque Biden quiere favorecer un acuerdo. El problema es que Israel no acepta las propuestas presentadas por el Plan de Acción Integral. En la retórica nacional iraní la destrucción del Estado hebreo es uno de los temas preferidos de los discursos. Y no son solo palabras, en juego está el equilibrio entre potencias de la región.

Lo descrito hasta ahora es lo que ha sucedido hasta el momento de escribir este artículo. Posiblemente la situación evolucione a lo largo de las próximas horas. No obstante de momento es una noticia secundaria. No deja de ser sorprendente cómo se han normalizado los conflictos sobre el desarrollo de armamento nuclear. Ahora mismo vivimos más aterrorizados por el coronavirus que por que alguien haga estallar una bomba atómica. Hubo un tiempo, sin embargo, que en las escuelas de medio mundo se entrenaba a los alumnos a hacer frente a un posible ataque. Durante la Guerra Fría el pánico nuclear era palpable. Es interesante recuperar el testimonio de personalidades como el periodista científico David Ropeik. Con motivo del 50º aniversario de la crisis de los misiles de Cuba de 1962 confesó en un artículo en Scientific American que, durante aquel conflicto –él sólo tenía 11 años–, se iba a dormir angustiado, con el miedo de que el mundo estuviera al borde del abismo por culpa de un holocausto nuclear provocado por EEUU y la URSS. La socióloga Jackie Orr en Panic Diaries describe las secuelas psicológicas de toda una generación provocada por un miedo que ahora solo reaparece durante episodios concretos como Fukushima.

Los historiadores han estudiado a qué se ha tenido miedo según cada época. La lista es larga: peste, brujería, guerras, catástrofes naturales... No solo eso. Sino también quién utiliza estos miedos y con qué finalidad. Es algo que también ocurre en nuestro presente. Según el politólogo Corey Robin, el miedo es un argumento que se utiliza cuando hay pocas alternativas políticas. Y esto sirve tanto para el ecologismo apocalíptico radical como para el discurso xenófobo de la extrema derecha.

Más que preguntarnos a qué tenemos miedo, deberíamos cuestionarnos quién quiere que lo tengamos y por qué. El problema es que esto implica pensar por uno mismo.