A principios de la primavera de 2019 Casimiro Curbelo comenzó la verdadera campaña para implantar su nuevo partido en Tenerife. No la Agrupación Socialista Gomera, sino precisamente la Agrupación Socialista de Tenerife (AST). El partido se inscribió legalmente y se domicilió a todos los efectos en una vivienda del Valle de San Lorenzo. Curbelo contaba con los gomeros residentes en Arona, Adeje, Guía de Isora y Granadilla –disponía de un censo muy completo– a los que en el pasado ya había pedido el voto –muchos aún figuraban censados en municipios gomeros–. Se multiplicaron las visitas, las reuniones y los tradicionales favores y bienaventuranzas casimiristas, según el modelo ya ensayado en los barrios laguneros de La Cuesta y Taco en los años precedentes. Se frangolló instantáneamente un acuerdo entre ASG y la ectoplasmástica AST para apoyar la misma lista en el Parlamento. Los curbelistas tinerfeños se presentarías al Cabildo Insular: Curbelo estaba convencido de que podía obtener entre uno y tres consejeros. Como acto central de campaña se organizó una cena para un millar de personas en un restaurante sureño que disponía de varias terrazas al aire libre. Entremeses, dos platos y postre; un puro que no estaba mal para los caballeros, y un broche muy cuco para las damas.

Curbelo fracasó. Fue su único fracaso electoral en para él muy rentable 2019. En realidad solo consiguió hurtarle un consejero a la lista del PSOE encabezada por Pedro Martín, que por unos centenares de votos no ganó las elecciones, aunque gracias a un acuerdo con Ciudadanos y la abstención incondicional de Podemos los socialistas pudieron desembarcar en el gobierno insular por primera vez desde 1987. Pero el líder del ASG no renuncia a su objetivo de formar parte de la política tinerfeña. Y su atención (previsiblemente) se ha centrado en Arona.

Curbelo ha mantenido al menos dos reuniones en restaurantes de pollo picón y garbanzas con varios de los concejales que desobedecieron al alcalde de Arona, José Julián Mena, para mantenerse leales al PSOE. La dirección insular les había prometido –un compromiso refrendado por el secretario de Organización, Jorge González– que una vez expulsado Mena del partido se conseguiría activar rápidamente una mayoría en el pleno nucleada alrededor del PSOE. Sin embargo, el juzgado ha admitido las medidas cautelares demandas por el alcalde aronero. Su expulsión queda en suspenso, y Mena, en la Alcaldía. La mayoría de los concejales leales se sienten maltratados o ninguneados por sus dirigentes insulares y regionales. Porque Mena sigue en el poder y ellos –que actuaron, a juicio, legítima y fielmente– arrastran sus cuitas a dos velas. “¿Para qué nos sirve que el PSOE gobierne en Canarias y en Tenerife si nosotros nos hemos quedado aquí desasistidos?” Los quejumbrosos lamentos llegaron a los finos oídos de Curbelo, que se materializó sin demora para hacerles una oferta: construir un proyecto socialista independiente y libre de ataduras, dotando de sentido, por fin, a unas siglas: AST. Algunos lo han escuchado arrobados.

Si finalmente los concejales se deciden Casimiro Curbelo podría no solo contar con media docena de concejales con relaciones y contactos con barrios y pueblos de Arona, sino que fastidiaría lo suyo a uno de sus enemigos casi íntimos, Agustín Marichal, expresidente del PSOE aronero. Y mientras el PSOE tinerfeño, para variar, ni se mueve, ni bosteza, ni pestañea. Un partido laico que como estrategia política se ha resignado a los milagros.