El pleno municipal de La Laguna cumple tradicionalmente la vieja norma del circo: más difícil todavía. Coalición Canaria había anunciado una moción en la que demandaba la reprobación de Juan Ignacio Viciana, consejero delegado de Muvisa, por la publicación de un artículo homófobo cuyo objetivo final era desacreditar al exconcejal socialista Javier Abreu. Pocos días antes, en su declaración judicial como imputado en el denominado caso Reparos, Abreu había afirmado que Santiago Pérez, ahora concejal de Urbanismo y quien designó a Viciana para el cargo que ahora ocupa, le trasladó ofertas para sacarlo de la denuncia por él presentada. El objetivo de la acción judicial eran Fernando Clavijo y José Alberto Díaz, no él. Debería entenderlo, actuar en consecuencia y pronto lo retirarían de la acusación. Ese y no otro es el contexto del artículo de Viciana, que ha realizado toda su accidentada y más bien penosa carrera política en la estela de Pérez. Lo que ocurrió ayer fue sorprendente: CC no solo retiró la moción, sino que se ausentó estúpidamente del pleno, y más increíblemente todavía, pese a ello, el alcalde Luis Yeray Gutiérrez autorizó a Viciana a intervenir para defenderse de los ataques recibidos por parte de los concejales coalicioneros, de los periodistas malvados, de los columnistas vendidos al oro de la reacción, de las sucias almas que ignoran impíamente que es hijo y que es padre y que es (por supuesto) espíritu santo.

Más vale no detenerse mucho en el contenido de la apología de Viciana. Es portentoso ver y escuchar a un cargo de confianza al frente de la mayor empresa municipal, que supuestamente debe comprometerse con una neutralidad básica y una discreción esencial, agredir públicamente al primer partido de la oposición, a medios de comunicación y a periodistas en el pleno municipal, e incluso brindarnos una lección de historia política al explicar que CC es descendiente directa de Alonso Fernández de Lugo y de todos los piratas, saqueadores y terratenientes que han mantenido en la pobreza y la ignominia a Tenerife durante siglos. Ese es el nivel analítico. El literario es aún peor, porque no hay propósito más vano y a la vez vanidoso que pretender hacer pasar un texto que obviamente pretende ridiculizar a un individuo utilizando su orientación sexual por una “pieza literaria”. Y además intentando lavar las manos sucias en Cortázar.

A Viciana le temblaba la voz como a cualquier víctima que se precie. Enseguida explicó el concejal Santiago Pérez lo que le ocurría: había soportado insultos y ataques “desde la indefensión”. ¿Indefensión? A mí –lo he contado varias veces– se me insultó en ese pleno en varias ocasiones simplemente por atreverme a entrar en el gabinete de prensa del ayuntamiento lagunero. Rápidamente un par de medios de comunicación me dedicaron artículos –ciertamente ilegibles– denunciando la ignominia que había cometido. Recuerdo que algún presidente de algún cabildo se unió a la fiesta de los alegres desprecios y denuestos. Claro que cualquiera tiene el derecho de gimotear por 60.000 euros anuales. Tienen ustedes el poder y los presupuestos, tienen ustedes una larga lista de eventuales rescatados de listas electorales que no prosperaron como debían, tienen ustedes medios de comunicación que los apoyan, aplauden y adonizan y una sabrosona partida de lo que llamaban, hace apenas un par de años, “prensa y propaganda”, y que no ha hecho más que engordar. Soñarse indefensos, simularse indefensos, disfrazarse de indefensos es pura obscenidad democrática: un narcisismo patético más preocupado por la imagen heroica que te devuelve el espejo de tu relato que por la gestión de los intereses públicos.