En declaraciones a la cadena SER, la directora general de Inclusión y Atención Humanitaria, alto cargo del ministro Escrivá, fue ayer categórica al negar la existencia de cualquier problema o dificultad en la gestión de la emigración en Canarias. Para María Teresa Pacheco, que así se llama la señora, en los centros no existe hacinamiento, las raciones alimentarias son las adecuadas y adaptadas a cada cultura, no hay conflictos ni reyertas entre grupos de internos y la situación que llevó a las cargas policiales y al uso de pelotas de goma antidisturbios por parte de la policía, “se resolvió como se resuelve siempre, con total tranquilidad y celeridad”.

En una situación diferente a la de ayer, tras la resaca del mayor enfrentamiento sufrido en Las Raíces entre grupos de marroquís y subsaharianos –tirándose piedras y platos y golpeándose unos a otros con palos– las declaraciones de la señora Pacheco quizá no habrían llamado tanto la atención por su extraordinario cinismo. Pero el martes se lío parda en Las Raíces, y la reyerta se saldó con heridos y ocho detenidos. Pacheco ironizó con ese dato: en un alarde de extraordinario desconocimiento, inaceptable en la responsable de la atención a los inmigrantes, explicó que el Gobierno ha acogido a 23.000 personas en las islas y que “sólo ocho han sido detenidas”. ¿Sólo ocho? Debería hablar con el Delegado Pestana, que a lo mejor a ella si le facilita los datos reales de detenciones de emigrantes en los tres últimos meses, que se niega a ofrecer a las autoridades canarias.

Nadie cree que esta situación sea fácil de resolver, ni que existan soluciones milagrosas a un problema tan complejo como el de la emigración irregular. Pero un responsable político no puede negar lo evidente, asegurar que no pasa nada, que todo va estupendamente… porque no es cierto. Desde que empezó esta crisis, el Gobierno se ha negado a aceptar que estamos ante una situación difícil: han jugado primero a minimizar la gravedad de la situación, después han intentado negar uno a uno cada error que cometían: aquél escándalo de soltar a dos centenares de emigrantes a las puertas de Mogán, la ocultación sistemática de datos, la mentira sobre las decisiones adoptadas, el baile de declaraciones contradictorias sobre el traslado de los emigrantes a otros territorios, la gestión penosa del hospedaje en hoteles, con enormes destrozos, y la gestión aún peor en los macrocentros, con instalaciones provisionales, frío, comida insuficiente, sin agua caliente para que todos los internos puedan ducharse, y sin prever la necesidad de separar a dos comunidades –marroquís y subsaharianos– con tradición de bronca.

Pacheco, como Escrivá, prefiere insistir en la excelencia de las actuaciones del Gobierno, como si negar la realidad fuera suficiente para cambiarla. Es esa una de las señas de identidad del discurso político de su Gobierno, y no sólo en cuestiones migratorias. Esa y el desprecio o la agresividad con la que se trata a quienes no están de acuerdo con lo que hacen o no hacen.

Ayer, la señora Pacheco demostró que además de actuar desde el más absoluto cinismo, no ha entendido dónde estaba. Remató la faena diciendo que en Canarias se ha actuado igual que se hace en Ruanda o Kosovo cuando hay problemas con poblaciones que huyen de la desesperación. Dos ejemplos muy singulares los que utilizó para comparar lo que se ha hecho en Canarias: Ruanda, desde 1994 hasta 1997, con medio millón de asesinados en el conflicto entre hutus y tutsis, y más de 50.000 muertos en el primer mes en los campos de refugiados, por epidemias de cólera, disentería, meningitis y ataques armados de bandas de milicianos genocidas que diezmaron a los refugiados. Y Kosovo, en 1999, 12.000 muertos en la matanza imparable de Milosevic contra los musulmanes, que provocó el bombardeo de Belgrado por fuerzas de la OTAN, donde murieron más de 500 personas. Pues eso, señora, que por suerte para los emigrantes no están en Ruanda ni en Kosovo, sino en Canarias, región de la Unión Europea, aunque usted parezca no saberlo. Y aquí las cosas no se hacen igual: se hacen de otra manera.