Entre los muchos perjuicios conocidos y por conocer, agravados por la insularidad y la distancia, el Covid 19 asestó un duro golpe al incipiente turismo que, con esperanza, timidez y retraso, tocó al fin las Islas Verdes, dotadas de un instrumento legal que, no sin pegas interesadas, rige su ordenación territorial desde el 25 de abril de 2019. Detrás de esa Ley necesaria para La Palma, La Gomera y El Hierro, aparecen paisanos como Antonio Castro, que la inspiró y negoció con nombres, instituciones y partidos, Asier Antona, que la apoyó sin fisuras, y Anselmo Pestana, entonces presidente del Cabildo palmero, que presentó el texto en el Parlamento de Canarias.

En la última Comisión de Turismo, Industria y Comercio, el parlamentario Sergio Rodríguez, también alcalde de la ciudad de El Paso, recordó la crítica situación por la que pasa el motor económico de la región y, a la vez, el daño concreto que padecen las últimas islas que se incorporaron a esta actividad, agravado por la absorbente promoción del “destino único”, útil en tiempos de normalidad e inadecuada ahora; y, sobre todo, por la generalización de los límites y restricciones a toda la Comunidad, “cuando hay islas que, ni en sus peores momentos, llegaron a los cincuenta contagios por cien mil habitantes”.

“La determinación de las zonas de riesgo –dijo el parlamentario– está, debe estar, en función de los datos de cada isla en cada momento y no de todas a la vez, ni por igual”. Insistió en un sentimiento común y en una idea compartida en la banda occidental de la región, la que con más rigor y respeto ha aplicado los protocolos de actuación con la epidemia: en estos tiempos, no se pueden perder las oportunidades de brindar destinos seguros “con todos los controles precisos” y con todas las garantías.

Planteó, por último, la necesidad de diversificar las ofertas, “porque existen corrientes de viajeros reacios a la masificación y que buscan lugares cualificados por su naturaleza y cultura”, clientes potenciales que se ajustan a las realidades de estas islas, que aspiran a una diversificación de su economía y a un desarrollo modulado, compatible con la agricultura y la pequeña industria y respetuoso con el medio. Una meta atractiva para la salida del túnel que llegará, si todos nos aplicamos, más pronto que tarde.