Democracia y vacunas

Que Pablo Iglesias haya dejado el Gobierno es una buena noticia que ha permitido a Isabel Díaz Ayuso decir con ironía que “España me debe una”, porque en mi opinión la vicepresidencia le venía demasiado grande, porque nunca entendió lo que era un Gobierno de coalición, porque no es posible andar en la procesión y repicar al mismo tiempo, y porque lo suyo es más la agitación callejera y un universo binario de buenos y malos donde su propio grupo convive con la que llama “la derecha criminal en Madrid”. Si supiera lo que es una democracia no diría estas tonterías, como la anterior de comparar la fuga acolchada de Puigdemont con el calvario de los exiliados de la Segunda República. Tampoco estoy seguro de que Isabel Díaz Ayuso tenga las ideas muy claras cuando contrapone socialismo (y luego comunismo) a libertad, como si en España estuviéramos entre rejas desde que Mariano Rajoy fue defenestrado.

Tenemos un problema serio con los políticos que hemos elegido, pero estos dos me parecen particularmente peligrosos porque se crecen en el enfrentamiento y hasta parece que lo necesitan, cuando la esencia de la democracia es la capacidad de negociar y llegar a acuerdos con los que piensan diferente, siempre que acepten unas reglas mínimas de juego limpio y no se propongan tirar abajo la casa común que es la Constitución. Iglesias y Díaz Ayuso parecen disfrutar al revivir en Madrid la pelea fratricida y goyesca, a bastonazos, entre las dos Españas, ellos que nacieron cuando Franco se moría y que por lo tanto ignoran los sacrificios que hubo que hacer para llegar a donde ahora estamos.

En Catalunya las cosas no van mejor cuando los políticos que representan a la mitad de la población están a la greña antes de formar otro Gobierno inoperante, mientras ignoran olímpicamente los derechos de la otra mitad de catalanes que no quieren la independencia. La imagen de España y la misma democracia sufren con estos comportamientos, igual que lo hace cuando Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Pablo Echenique atacan a la prensa, como denuncia el informe que acaba de publicar el Departamento de Estado norteamericano sobre los Derechos Humanos en el mundo. El Hudson Institute afirma que la democracia pierde terreno. En su informe de este año afirma que el 75% de la humanidad vive en países donde la democracia mengua y que el 38% lo hace en 54 países considerados como “no libres”, con el drama que eso representa para quiénes son súbditos y no ciudadanos.

Hoy menos del 20% de la población mundial vive en países libres y lo peor es que la tendencia es negativa porque los autoritarismos están de moda como demuestran los casos de Bolsonaro, Erdogan, Orban y tantos otros que utilizan los resortes democráticos para luego vaciarlos de contenido, y que cuentan con importantes valedores en Rusia y en China que propugnan un modelo de gobernanza autoritario y alternativo al de la democracia liberal que ha regido el mundo tras la derrota de los fascismos y el hundimiento del comunismo. También Xi y Putin aprovechan la pandemia para hacer propaganda regalando vacunas a los países del tercer mundo mientras los occidentales pugnamos entre nosotros por acapararlas, en un ejemplo muy poco edificante. Criticamos con razón los modelos autoritarios y represivos de Rusia, China y tantos otros lugares, pero nos iría mejor si también hiciéramos examen de conciencia y reconociéramos que es injusto el modelo liberal que propugnamos y que permite que 10 países acaparen el 75% de las vacunas disponibles en el mercado, mientras que otros 130 que representan 2.500 millones de seres humanos no disponen de ellas. Es injusto y también miope, ya que de esta pandemia o salimos todos juntos o no lo haremos porque por mucho que nosotros nos vacunemos nos seguirán llegando mutaciones del virus desde los países no inmunizados. Deberíamos ser capaces de encontrar la manera de compartir vacunas y las fórmulas para fabricarlas en beneficio de todos porque el virus no entiende de fronteras o pasaportes. Por eso y aunque es buena la idea de Biden de organizar una cumbre sobre la democracia, sería más eficaz si además la fundamos en la justicia y la solidaridad.