Hoy es el Día de los Inocentes

Es evidente que no estamos a 28 de diciembre sino que es primero de abril, pero a efectos simbólicos es lo mismo, porque resulta que en medio mundo hoy es la jornada dedicada a las bromas, de la misma manera que aquí lo hacemos en invierno. En inglés le llaman April Fool’s Day (día de los bobos) y en francés Poisson d’Avril (pescado de abril). Por lo tanto, si hoy consultando redes sociales o webs internacionales alguien se topa con cosas extrañas, que no se sorprenda. En realidad, tal y como está el mundo, no deberíamos sorprendernos nunca, pero ya se entiende lo que quiero decir.

Como suele ocurrir con este tipo de fiestas populares, es prácticamente imposible determinar con certeza ni la razón ni el momento en que comenzaron. Sin embargo, siempre hay el deseo de satisfacer la curiosidad. Una de las explicaciones más habituales sitúa el origen de la tradición a finales del siglo XVI, cuando Francia cambió la fecha que marcaba el cambio de año. Hasta 1563, en varios dominios de la corona gala la celebración se hacía coincidiendo con la llegada de la primavera. Pocos más tarde, en 1582, el Vaticano recogió la idea de iniciarlo en enero y la incorporó al calendario gregoriano.

Es fácil imaginar que a finales de aquella centuria, cuando las informaciones circulaban a un ritmo bastante más pausado que el actual, muchas personas tardaron en enterarse del cambio y mantuvieron la fiesta de año nuevo al terminar marzo. Ellos habrían sido los tontos de abril.

Esto quizá explica el nombre, pero no el porqué de las bromas. Además, curiosamente en Francia hablan del pescado de abril. Su origen también es incierto, pero sí hay pruebas documentales de la existencia de ese poisson durante la Edad Media, por lo tanto antes del cambio de calendario. Allí la broma tradicional es pegar la silueta de uno de estos acuáticos animales como aquí plantificamos la llufa a los más curiosos.

Si normalmente ya cuesta definir una cronología clara de los hechos históricos, cuando se trata de tradiciones y celebraciones la cosa aún se complica más. En muchas ocasiones no hay un principio claro ni definido, sino un proceso de evolución, transformación y adaptación. Y aunque nuestra civilización se empeñe en olvidar las épocas antiguas, allí se esconden muchas explicaciones.

Resulta que en Roma, cuando llegaba la primavera, celebraban un ciclo de fiestas, de unos 15 días de duración, dedicadas a la gloria de Cibeles, considerada la madre de todas las divinidades y vinculada a la agricultura y la resurrección. Se hacían ceremonias religiosas, procesiones donde los fieles paseaban la imagen de la diosa... Todo culminaba con un día de alegría, que en latín se llamaba Hilaria. La gente dedicaba aquella jornada a hacerse bromas, disfrazarse y mofarse de los poderosos. En algunas ocasiones, aquel desenfreno posibilitaba acciones más peligrosas. Se sabe, por ejemplo, que se tramó un complot para asesinar al emperador Cómodo (s. II d.C.) durante una Hilaria. El asesino tenía previsto infiltrarse, disfrazado, entre los efectivos de la guardia pretoriana para acercarse al cortejo del mandatario. El plan fue descubierto, pero no queda claro si fue porque alguien delató al conspirador o porque el falso uniforme no era suficientemente creíble.

Fiestas similares a la Hilaria eran habituales en todas las civilizaciones antiguas, pero de cuando se dispone más información es de la época imperial romana. Esto quiere decir que, como mínimo, hasta finales del siglo IV d.C, los territorios sometidos a la romanización organizaban aquella fiesta. Con la expansión del cristianismo y su consolidación parte de la liturgia consagrada a Cibeles y otras divinidades clásicas se incorporó a las nuevas creencias. De hecho, a nadie se le escapa que la Semana Santa y la Pascua se celebran alrededor del inicio de primavera.

Es plausible imaginar, pues, que en muchos lugares las hilaria dejaran el campo suficientemente abonado para que de allí floreciera la actual tradición del April Fool’s Day o del Poisson d’Avril. A la gente siempre le ha gustado reírse. Antes y ahora.