Cae la noche y me doy cuenta de que no me encuentro demasiado bien. Llevo días así pero con tanto lío no he tenido tiempo para caer en la cuenta. Me decía “será la primavera” pero no. Me autoanalizo un poco y me doy cuenta de que estoy cansada pero eso no ocasiona mi malestar, he estado más cansada en otros momentos de mi vida. Estoy enfadada y no encuentro la razón, estoy un poco triste, me siento un poco frustrada y aunque ninguna de esas sensaciones marcan en gran medida mi día a día me doy cuenta de que el cúmulo de ellas hace mella.

¿Cómo no va a hacer mella? Hemos “celebrado” ya nuestro primer aniversario de la mano de esta agotadora pandemia, aún no lo hemos superado pero somos conscientes de que lo superamos día a día porque esto es cuestión de suerte en gran medida (de la mala claro).

Intento desconectar y mientras deambulo por Netflix me salta un tráiler de no recuerdo qué serie, solo recuerdo que había tres chicas muy monas vestidas de largo en el metro de Nueva York. ¿Que qué hacían? Esperaban a que pasara el metro y gritaban agarradas de sus manos. Gritaban al metro. Ains, el arte de gritar, además si lo haces en el metro de Nueva York vestida de gala… ¡más poético si cabe!

¿Quién no conoce a alguien que en alguna ocasión o quizá varias haya usado esta técnica? Son muchas las personas a las que abrirse les cuesta muchísimo. No hablo de a un profesional, de eso ni hablemos, hablo de apoyarse en sus amigos y familiares. Muchas personas que no logran desahogarse con nadie, a veces por miedo al qué dirán y muchas otras por vergüenza. Esas personas son las que han cogido la vía de romper vajillas o gritar en medio del monte al atardecer. Es su forma de desahogarse. Y no es una forma ni buena ni mala, simplemente, como ya he dicho, es su forma.

Retomo mi autoanálisis

Me siento medio cansada, medio triste, medio enfadada, medio desilusionada. ¿Será la primavera?

En gran medida lo es pero no es esa la razón. Estoy/estamos cansados. Son muchos los días, semanas y meses viviendo en una película distópica de Netflix para la que no estábamos preparados. Son muchos los caídos que a día de hoy casi ni sentimos ya que antes veíamos las noticias toooodos los días y ahora hemos optado por no verlas porque nos hacen daño. A día de hoy se está rozando la friolera de tres millones de muertes en el mundo por esta pandemia del coronavirus. ¿Sigues creyendo que es la primavera?

Nunca nos alistamos a esta guerra de desgaste, nunca nos prepararon ni equiparon para ella. Ya sé lo que me pasa. Me he ido/nos hemos ido adaptando a las circunstancias según han ido sucediendo. Nos hemos quedado en casa, hemos disfrutado de un oasis en medio de nuestro último verano que más que un oasis era un auténtico espejismo. Hemos salido, nos hemos metido, hemos controlado los niveles según la isla en la que vivimos, nos hemos adaptado a todo y no, psicológicamente no estábamos preparados. Y avanzo una cosa, no estarlo era el estado mental más sano pero… y parece que siempre hay un pero, ¡nos está machacando!

Puede que nunca hayas tenido un problema emocional, puede que no creas en la existencia de las depresiones y que pienses que estamos bien puesto que estamos vivos. Pero como todos los problemas el primer paso para trabajar en solucionarlo es reconocerlo, advertirlo, definirlo.

“Tengo trabajo y salud, los míos están bien. Tal y como están las cosas no me puedo quejar”, ¿cuántas veces hemos escuchado frases similares a ésta en el último año? Pues, ¿sabes una cosa? Sí, sí te puedes quejar, sí te puedes sentir mal y sí puedes pedir ayuda, a familiares, amigos o profesionales, eso es lo de menos. Tenemos derecho a sentirnos mal, no somos máquinas ni personal de guerra formado para ella. ¿Hay otros peores? Siempre, pero ésa forma de ver las cosas no va a dejar que te autoanalices y mejores.

Puede que la vorágine del día te envuelva en una burbuja emocional que controlas, ésa será tu zona de confort emocional pero qué pasa cuando paras. Ése es el momento del día en el que tienes que preguntarte cómo estás.

Este último año ha aumentado nuestros niveles de estrés sobremanera y cuanto antes nos demos cuenta de ello antes lo podremos controlar, lo podremos gestionar. Algunos, al darse cuenta, se pondrán ciertas rutinas en las que una tarde de compras o un día de playa deberían de estar como actividades obligatorias. Otros sacarán un hueco a última hora del viernes para dar un paseo en coche por nuestra islas y buscar un mirador bonito al que llegar para gritar. Tú quizá te cruces un par de mensajes con esa amiga a la que hace tanto que no ves pero de la que tanto te has acordado para decirle “Te necesito” y ¿sabes? Es muy probable que ella se encuentre en tu misma situación y te responda “Yo también”.

No ignoremos nuestra situación económica, sanitaria y social. La realidad es la que es y sentirnos desgastados un año después de aquel 14 de marzo en el que nos confinaban a todos en casa es, sin duda, lo normal.

¡Ánimo! ¡Se puede!