Entre las mejores orquestas para bailar que recuerdo de mi primera juventud están la Nick And Randy, de Santa Cruz capital, y la Casablanca, de Los Realejos. También tenemos que contar con la Orquesta Orotava, con Jesús Rocío de vocalista sin igual, o Chano el Pianola al contrabajo.

Estamos hablando de los últimos años cincuenta y primeros sesenta del siglo XX. Cuando mi generación y adláteres (¿qué caramba quiere decir adláteres?) se pasaban los festivos, el carnaval y el tiempo de vacaciones veraniegas, con el entretenimiento de bailar, tanto en locales privados como en locales públicos (Parque Recreativo de Santa Cruz, Cine Olympia del Puerto de la Cruz, Teatro Atlante La Orotava o Centro Icodense en Icod de los Vinos). Era con orquesta y vocalista en vivo y en directo; en Madrid y Barcelona también había y sigue habiendo locales grandes y espaciosos de este tipo, donde las parejas enamoradas, ya carrozas, van a bailar boleros y tangos los fines de semana. También había locales de lujo en activo, como el Pasapoga en Madrid o el Bella Napoli y el Sahara en la capital tinerfeña. En Puerto de la Cruz, el más famoso fue el Tusset Street, hasta que sufrió un incendio.

La apoteosis del carnaval con careta era el cenit de la diversión y… del pecado… Las carnestolendas eran un modo de echarse unas canas al aire, pecar lo más posible, para luego, en tiempo de Cuaresma, arrepentirse, confesar y comulgar.

Pues bien: demos un salto de gigante y situémonos en la actualidad: Un programa en la 2TVE nos recuerda ahora a los más nostálgicos y casi ancianos, aquellos momentos tan gratos, como los que quedan mencionados. A medianoche, los fines de semana, este programa se televisa, con una orquesta de cinco o seis componentes (piano, violín, contrabajo, guitarra, xilofón y batería). Y a los que rozamos con creces la llamada ridículamente ‘tercera edad’, nos congratula con sus canciones y piezas musicales, hasta el punto de que alguna lágrima, en la soledad de la madrugada, se nos escapa por el iris ocular. Es una lágrima sentimental y conmovedora.

Son piezas variopintas y versátiles, pero todas maravillosas. Por ejemplo: la melodía principal de Cinema Paradiso; la Chica de Ipanema; el Tico Tico; Zorba el Griego y alguna otra de Carlos Gardel. Ahí es nada. Y, como colofón, una obra musical que yo desconocía y que me llena de emoción: La Diosa Alondra, con cada uno de los músicos componentes de la orquesta imitando sucesivamente el gorgoreo de esta bella ave familia de las palomas mensajeras.

El teatro donde se ofrecen estos fabulosos programas musicales es el Teatro Monumental de Madrid, un teatro situado en una céntrica zona de la capital de España, donde he tenido el gusto y la suerte de asistir al menos una vez, y situarme cómodamente en una butaca en uno de los dos anfiteatros. Como diría Joaquín Sabina, “…pongamos que hablo de Madrid”.