Con ocasión de la adquisición de pinturas de Óscar Domínguez en una Feria de ARCO (Arte Moderno y Contemporáneo) en Madrid por parte del Cabildo de Tenerife, con asistencia de la consejera de Cultura, Dulce Xerach, y un servidor, consejero insular, allá por el año 2002, aproximadamente, fueron el pintor Gonzalo González y el catedrático de Historia del Arte de la Universidad de La Laguna, Fernando Castro Borrego, los encargados de elegir obras con destino a un entonces proyecto de un Museo del Cabildo, el Instituto Óscar Domínguez de Arte y Cultura Contemporánea, prevista su construcción junto al antiguo Hospital Civil. A partir de ahí he visitado varias exposiciones de Óscar Domínguez y me he interesado por su extraordinaria obra y su dramática vida.

Días pasados en que visité la Biblioteca de Arte del TEA (Tenerife Espacio de las Artes), su responsable, Sara Lima, me mostró un libro que de entrada sorprende por su tamaño y la abundancia de fotografías de la obra del pintor surrealista Óscar Domínguez, el artista canario más internacional. Gracias a su autor, José Carlos Guerra Cabrera, filólogo e historiador, hoy podemos disfrutar de la monografía más extensa hasta la fecha, Obra, contexto y tragedia de Óscar Domínguez, con 450 páginas y 300 ilustraciones.

Pintor surrealista de la generación del 27, repudiado por la censura a la que se vio sometido por la dictadura franquista, el trabajo del universal pintor lagunero suscita cada vez más expectación y controversia cuando han pasado 115 años desde su nacimiento en 1906 y 60 desde su fallecimiento en 1957, mientras sigue muy viva su aportación artística, cada vez más estudiada y valorada.

Como muy bien apunta José Carlos Guerra, Óscar Domínguez y Manolo Millares han colgado obras en el Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York y el Centro Pompidou de París, ciudad ésta que acogió en 1927 a Óscar con 21 años para llevar negocios de su padre, primero, y como pintor, escritor y escenógrafo, después, hasta su muerte el 31 de diciembre de 1957 con 52 años.

La sublevación militar contra el gobierno de la II República del 18 de julio de 1936 sorprendió a Óscar Domínguez en una pensión de Santa Cruz de Tenerife, de la que marchó caminando por la noche hasta la casa de su hermana Julia en el Puerto de la Cruz, donde se refugió hasta que logró salir en otoño con un pasaporte falso en un barco frutero con destino a París, donde fijó su residencia definitiva. Al día siguiente, unos soldados preguntaron por él en casa de otra hermana, Tony, en Tacoronte, posiblemente por el “escándalo” que supuso su pintura Máquina de coser electro sexual y su participación meses antes en unos incidentes anticlericales en La Laguna.

Fija su residencia en el barrio parisino de Montparnasse, y hacia 1940 fue estudiado por el aumento desproporcionado de su cabeza y cuerpo por el doctor Théophile Alajouanine, jefe de Neurología del hospital La Salpétrière, que lo diagnosticó de acromegalia, una enfermedad causada por el exceso de secreción de hormona del crecimiento por un tumor de la glándula pituitaria. Se casa en 1945 con Maud Bonneaud y gracias a ella y a la liberación de París de la invasión nazi disfruta de los mejores momentos de su vida, alcanzando la nacionalidad francesa en 1948 e iniciando una relación muy fructífera con Picasso, al que considera “el genio de la edad atómica”.

Se divorcia de Maud, conoce a la escultora Nadine Effront y se separa de ésta para vivir con la vizcondesa de Noailles, que lo introduce en la alta sociedad parisina, mientras Maud, su mejor amiga, se casa en Tenerife con Eduardo Westerdahl. Sumergido en el alcohol, Maud y la vizcondesa lo ingresan en un sanatorio psiquiátrico en varias ocasiones.

El 31 de diciembre de 1957 estaba invitado a celebrar el fin de año en una fiesta con sus amigos en París, pero no acudió. Al día siguiente lo encontraron en su apartamento tendido en el suelo junto a una cuchilla de afeitar y cortadas las venas de sus muñecas y tobillos. La idea del suicidio le rondaba desde hacía más de 20 años.