Que el ejercicio del periodismo es una actividad de riesgo, lo sabemos todos. También sabemos que su grado de peligro varía según el lugar donde se desarrolle la actividad profesional. No es lo mismo ser periodista en El Salvador o Somalia que en Suecia, sin embargo, las limitaciones al derecho a la información son muros cada vez menos infranqueables. El impacto de la crisis económica de finales de la década pasada en la industria periodística es un hecho innegable en la profesión, además del descrédito originado por el interés pecuniario de muchos empresarios de los grandes medios de comunicación. A todo este panorama desolador se añade un factor determinante, quizá no tan conocido por todos: el sexismo. Reporteros sin Fronteras (RSF), con motivo del Día Internacional de la Mujer, publicó un excelente estudio de escala internacional bajo el título “El periodismo frente al sexismo” que revela la amplitud del riesgo de sufrir agresiones sexuales y sexistas que enfrentan las mujeres periodistas, así como su impacto en la información. Esta organización independiente explica que que en muchas ocasiones ser mujer y periodista a menudo significa correr un doble riesgo: a los peligros inherentes a la profesión se suma el de exponerse a agresiones sexuales o sexistas. Basado en una encuesta realizada por RSF a nivel mundial, el informe de investigación determina el alcance de esta realidad. De los 112 países en los que se ha encuestado a periodistas, 40 fueron señalados como peligrosos e incluso muy peligrosos para sus compañeras. Apuntan que este peligro no solo acecha a las periodistas en los terrenos tradicionales del reporterismo o en los nuevos espacios virtuales, sino que también se encuentra allí donde ellas deberían estar a salvo: en sus redacciones. Los resultados confirman las tendencias que los equipos de RSF ya habían observado en informes anteriores: en la actualidad, internet se ha convertido en el lugar más peligroso para las periodistas (señalado por el 73% de los encuestados). Después de internet, el 58% de los encuestados indica el lugar de trabajo como un entorno en el que se han cometido agresiones sexistas. Este estudio relata también que entre las periodistas, aquellas especializadas en derechos de la mujer y las que se ocupan de la información deportiva o política, son particularmente vulnerables a las agresiones. En su informe, RSF examina el impacto que estas agresiones tienen en el periodismo y de qué manera, la mayoría de las veces, el trauma sufrido conduce al silencio y reduce el pluralismo de la información. Más allá del estrés, la ansiedad y el miedo, la violencia sexista y sexual lleva a las periodistas a cerrar sus cuentas en las redes sociales (consecuencia que señala el 43% de los encuestados en el cuestionario de RSF), y también las conduce a la autocensura (el 48%), a cambiar de especialidad (el 21%) e incluso a la renuncia (el 21%). La periodista y profesora Suzanne Franks, resume en su libro “Women and Journalism” que “el número de mujeres supera ampliamente al de hombres en las escuelas de periodismo. También es ligeramente superior cuando ingresan en la profesión, pero todavía son relativamente pocas las que alcanzan altos cargos y la brecha entre los salarios de hombres y mujeres sigue siendo significativa”. RSF pondera que las que se convierten en madres son otra categoría vulnerable a las agresiones. En Francia, la periodista deportiva Clémentine Sarlat desveló, en una entrevista para L’Equipe en abril de 2020, que había sufrido acoso cuando trabajaba en el departamento de deportes de France Television. Esto se redoblaría al regreso de su permiso por maternidad. Se le descontaban días libres cuando había negociado períodos de teletrabajo con sus superiores. Tal y como cuenta, este fue el detonante para que ella presentara su renuncia. “Les dije que no sancionáis a las tres cuartas partes de los viejos que nunca vienen a trabajar; yo trabajo desde casa, tengo pruebas, ¿y decís que esos días no cuentan?, y decidí marcharme”, contaba. Y así cientos de ejemplos en las redacciones de medios de comunicación de todo el mundo, principalmente de Asia, África y Latinoamérica. El periodismo no puede dejar ni un solo minuto de luchar por contar la verdad y hacer de la información el engranaje para un mundo cada vez más justo.