Del largo centenar de libros publicados en el último lustro sobre la Familia Real española tras la abdicación del Rey Juan Carlos I sobran varios dedos de una mano para contar los títulos que expresen con tanta crudeza los datos de una realidad que sorprendió a propios y extraños y ha estremecido la más alta institución del Estado.

Es el caso de Felipe VI, un Rey en la adversidad, del periodista José Antonio Zarzalejos, autor nada sospechoso de ligerezas, director en dos ocasiones del diario monárquico ABC, a quien el atributo de cortesano no le molestaría, quien ya desde 2013, un año antes de la abdicación, venía advirtiendo de la situación en sus aceradas columnas de opinión en la prensa nacional, dejando pasmados a sus lectores, situado él mismo en una de las trincheras de la batalla desatada entre partidarios y contrarios a la continuidad del Rey Juan Carlos I al frente de la Jefatura del Estado.

La soterrada contienda librada en la Villa y Corte terminaría por decantarse y desencadenar los acontecimientos aparentemente repentinos que llevarían al entonces Presidente Rajoy al anuncio por sorpresa de la abdicación del Rey Juan Carlos I, cuya gestión previa corrió a cargo de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, en hilo directo con Alfredo Pérez Rubalcaba, aunque ahora el periodista Zarzalejos nos sorprende hasta el asombro al describir con detalle los entresijos de la operación en las altas esferas, la resistencia de los rivales, la munición empleada, los protagonistas y los actores secundarios de la escaramuza.

Sería finalmente una información periodística lateral al campo de batalla donde se lidiaba la disputa la que desencadenó el ulterior extrañamiento del Rey Juan Carlos, previo a su retirada definitiva de la vida institucional. Una filtración interesada publicada por el rotativo londinense The Sunday Telegraph atribuida al bufete de abogados Kobre&Kim, contratado por Corinna Larsen, que vinculaba al Rey Juan Carlos con el fondo saudí de 65 millones de euros. El daño reputacional de la monarquía se acusa especialmente por la pérdida de referentes esenciales en una época de crisis de muy diverso tipo que afectan al país, con las clases medias ingresando en la clase baja, donde anida con mayor asiduidad la desesperación individual de sus miembros.

Las víctimas tras la contienda son incontables. Refiere el autor la condición de Felipe VI como Rey, sosteniendo que ha encontrado en su corto reinado más obstáculos que su padre desde que fue proclamado en el lejano año 1975, tildado entonces como Juan Carlos El Breve, que se enfrentó a la tarea de desmontar la Dictadura con la fórmula ‘de la ley a la ley’, diseñada como es sabido por el asturiano Torcuato Fernández-Miranda. Refiere la condición de Felipe de Borbón como hombre que se enfrenta al reto del porvenir, procedente de una familia desestructurada, a quien no le ha temblado la mano para excluir de la misma a su padre y a sus hermanas las infantas Elena y Cristina. La actual Familia Real española la componen el rey Felipe VI, la reina Letizia, la princesa Leonor y la infanta Sofía, enfrentada en soledad desde su morada en el Monte de El Pardo a los designios del destino.

Hay una variable por la que el autor apenas pasa de puntillas en la hipótesis de que el Rey y el hombre Felipe VI, ante tal cúmulo de incomprensiones para ejercer el reinado llegue a la conclusión de que no es su mejor opción personal y familiar y dé un portazo a la voz de ‘ahí os quedáis’. Uno nunca sabe. Una crisis institucional de este calibre no pasaría desapercibida por los siempre atentos vecinos, como sucedió en 1975 con la anexión del Sahara español.

No es menor la reflexión que hace el autor de los avales y apoyos con que contó el Rey Juan Carlos en los primeros años de reinado, hay que nombrar otra vez a Torcuato Fernández-Miranda, al Presidente Adolfo Suárez y Felipe González, al propio Secretario General del Partido Comunista Santiago Carrillo, que contaba entonces en sus disciplinadas filas con efectivos que bien podrían hacer naufragar la Transición, y a Sabino Fernández Campo, providencial Jefe de la Casa Real en los años de la consolidación de la Monarquía, sin olvidar una infinitud de secundarios mayormente republicanos que engrosarían la nómina de los llamados Juancarlistas. En la comparación, la impresión del autor es que el rey Felipe VI no tiene a quien acudir.

Sin llegar a exculparle, el autor justifica los últimos diez años del reinado de Juan Carlos I con testimonios de testigos de primera línea que ponen en duda que el monarca estuviese plenamente lúcido inmediatamente antes de su abdicación, con pérdidas de referencias de la realidad, lapsus y quebrantos de memoria, sucesivas operaciones quirúrgicas y anestesias que terminan por pasar factura en la edad próxima a los 80 años. La crudeza de los datos de la realidad y de la realeza.