En el conflicto de la gestión de la inmigración en Canarias lo más impresionante, sinceramente, es la opacidad. La desvergonzada y miserable opacidad de una estrategia bien delimitada políticamente y en la que al PSOE de Canarias le corresponde el papel de idiota indignado, incluso, por el papel de idiota que debe prestar. Escuchar a Juan Fernando López Aguilar decir, después de su visita cerrada a cal y canto al campamento de Las Raíces, que las condiciones en las que vivían los migrantes “eran mejorables”, lo que viniendo de un servidor público que cobra 8.000 euros mensuales es una gratificante prueba de empatía. Ciertamente tu condición puede mejorar si estás ilegalmente retenido, tiritas de frío por las noches y te alimentas a bases de sopas de sobre y bocadillos. Lo que no parece difícil es que empeore.

Mientras esto se va desmoronando (detenciones y retenciones de subsaharianos el pasado fin de semana en Las Palmas, más de medio centenar de marroquíes que perdieron su plaza en el centro de acogida Canarias 50 y que ahora pernoctan en El Confital o donde les dejan, subsaharianos a los que no dejaron entrar en el campamento de Las Raíces porque llegaron a las diez de la noche y el cierre a las nueve, broncas entre los migrantes), la información que proporciona la Delegación del Gobierno sobre los traslados a la Península y las supuestas repatriaciones oscila entre la insignificancia, la inexactitud y la mentira. El penúltimo eructo ministerial en plena cara: Interior niega información sobre el Servicio Integral de Vigilancia Interior (el SIVE) porque el dato al respecto está clasificado como secreto. ¿Lo clasificó secreto el señor Grande-Marlaska? No, lo hizo el Gobierno del Partido Popular en el año 2014, pero el ministro está encantado de tratarlo como un hecho consumado. Lo mismo ocurre en el estrecho de Gibraltar y en Ceuta y Melilla. Lo progresista es quitar las concertinas y alzar los muros de contención de otros tres metros.

El presidente Ángel Víctor Torres discursea cargado de buena intención y mirada de mártir cristiano en el Senado y en la Unión Europea, pero son movimientos rituales con escasísimo impacto real. Las propuestas del Nuevo Pacto de Migración y Asilo refuerzan el concepto estratégico de la Europa Fortaleza: un balneario amurallado que prefiere la exclusión militarizada a la inclusión inteligente y consensual. Ya puede Torres desgañitarse (no creo que lo haga) con que Canarias es también suelo europeo, porque Europa termina en algún lado y empieza en otro, y eso no lo marca la geografía física o política, sino los desequilibrios de fuerza e influencia entre gobiernos, de los que se deriva la condición de vanguardia de la Frontera Sur del Archipiélago. Torres parece no entender –o simularlo– que lo que está ocurriendo no es un error, una torpeza o un malentendido, sino la plasmación de la política migratoria española, puesta en marcha, para mayor miseria moral, en medio de una pandemia que afecta a Europa, a España y a Canarias. Porque lo han hecho mientras apenas salíamos del confinamiento y nos distraían el miedo y la inseguridad por el coronavirus. Uno ve a gente como Anselmo Pestana comprometidos en esta bajeza y apenas puede soportarlo. Y esto no lo detendrá nadie: solo una acción unánime y contundente de todos los diputados y senadores canarios en las Cortes, con el apoyo activo de la sociedad civil isleña, podría afectar a la actitud del Gobierno central, pero no se producirá en el asunto migratorio, como tampoco se concretará para un tratamiento económico, presupuestario e inversor específico para Canarias. No es que estemos solos: es que nuestra división aumenta hasta el suicidio nuestra soledad.