Andrés es un fiera moviendo el bigote. En el barrio los más viejos cuentan que nació con tremendo mostacho. La clave está en el protagonismo que desde chico concedió a su bozo, siempre con las mejillas perfectamente rasuradas y una cabellera bien poblada que sirve de marco para resaltar ese bigote de tono uniforme. Él no lo sabe, pero luce el tipo Horseshoe, que se caracteriza por ser una U al revés, alargando los laterales propios del bigote hasta el mentón. Muy típico de la década de los 70, se ha convertido en un clásico de estrellas rock, motoristas y tipos duros. Sin embargo, ya lo llevaba desde mucho antes. Requiere una conexión bigote y barba, por lo que se precisa un vello facial homogéneo para ir recortando y dando forma. Pese a la dificultad de su conservación, lo recorta para dar estilo preciso y ser la envidia de toda la vecindad. Andrés no habla nunca, muchos aseguran que es porque no quiere, mientras que otros dicen que se quedó sin voz cuando vio a su tía doña Fina en paños menores. Habladurías , muy probablemente, pero yo jamás lo he visto pronunciar verso alguno. Andrés le saca rendimiento a su mostacho para ocultar una cicatriz de aquella caída en bici cuando tenía 10 años, y también para tapar algún granito molesto que viene a importunar la cita de rigor. Sí, Andrés e Inocencia se casaron hace más de 30 años y celebraron la boda con un banquete de conejo en salmorejo en la asociación de vecinos, que inmortalizó tamaña hazaña en un cuadro gigante al lado del póster del Tenerife. Andrés está muy orgulloso de su bigote, y cuando le da la gana saca el libro de bigotudos memorables para enseñar la efeméride de aquellos grandes prohombres a los que quería igualarse. Artistas como Dalí, actores como Groucho Marx, genios como Albert Einstein, políticos como José María Aznar, personajes de ficción como el inolvidable Charlot, el apuesto Rhet Buttler de Lo que el viento se llevó o el inspector Jack Clouseau. Sin duda alguna, su alter ego es el expresidente del Gobierno José María Aznar. Tenía el cuarto empapelado con fotografías y recortes de revista del político español. Lo defendía a capa y espada; no aguantaba críticas de ningún tipo hacia su idolatrado personaje. Nunca entendí cómo un hombre que no mueve el bigote podía generar en Andrés tanta admiración. “Aznar es el gran gerifalte al que tenemos que amar porque así lo quiere la historia”, escribía en un papel cuando las charlas sobre política iban subiendo de tono. “No te fíes nunca de los políticos y magnates que no mueven el bigote, que ya has visto cómo nos fue en esa época”, le hacía cabrear Josito cuando lo veía derretirse por su amado líder. Algunos estudios sobre la barba y el bigote han conseguido desmontar muchos mitos. Asociado siempre a la masculinidad, un estudio publicado en Behavioral Ecology aseguraba que el mostacho se asocia a mayor edad y estatus social, pero no necesariamente a mayor atractivo. Y cierto era, porque en el caso de Andrés es feo con ganas; que se lo digan a Inocencia, que siempre lo ve tan varonil y apuesto, tanto o más que al propio Aznar. En lugar de hablar, todo lo apuntaba en una libreta, escribiendo únicamente aquellas sentencias que consideraba oportunas para contar alguna anécdota, discrepar sobre diferentes temas, o mandarte a callar. En todos los barrios nos encontramos con personajes extraordinarios cuyas historias, en ocasiones, deben ser contadas y, por esta razón, hablo de Andrés el bigotudo, porque detrás de esa metáfora singular se esconde un hombre grande. Tan especial como su capacidad para ayudar todas las semanas en Cáritas, recogiendo con su coche la ropa que algunos no quieren y clasificándola en su almacén para entregarla a la ONG. Con paciencia benedictina, revisa y dobla la ropa para niños y mayores. Es muy reconfortante ver su cara de satisfacción y el movimiento del bigote cada vez que ayuda a alguien que lo necesita. Nunca presumió de eso en su libreta. Andrés es el bigote solidario que todos nos debemos dejar para construir un mundo un poquito más justo.

@luisfeblesc