“No te metas en lo que no te incumbe” era una de las frases que más me repetía mi padre. Cuando llegaba a casa con una nota en la agenda en la que la señorita Nieves le chivaba que me había arrestado por meterme en un problema que realmente no era mío, mi padre, además de señalarme la silla de pensar con aquel grueso y calloso dedo índice de albañil, me lanzaba como un dardo envenenado esa frase que nunca terminé de interiorizar. Válgame de ejemplo mi afición a los artículos donde me meto en berenjenales de los que, en ocasiones, no salgo airosa. Ya ven, las verdades son incómodas, por eso las mentiras rinden tanto.

Comparto con ustedes este recuerdo infantil porque ahora, años más tarde, soy quien ha cogido el testigo para seguir perpetuando esa frase en la que creo a ratos. Pero los ratos en los que creo, lo hago con gran convicción. Nadie es ajeno a la polémica que ha generado la condena del “intento de rapero” Hasél, que no ha sido condenado solo por sus letras, sino por la suma de condenas anteriores. Este joven, del que media España desconocía su existencia, ahora se ha convertido en un referente, en un mesías y, a la vez, en un mártir porque están intentando acallar su voz. Silenciar la libertad de expresión de un chafalmejas que canta cosas como: “No me da pena tu tiro en la nuca, pepero” u “Ojalá vuelvan los Grapo y te pongan de rodillas”. Venga, hasta ahí que cuatro antisistema le rían la gracia no me asombra pero, además de letras como esas, tiene otras del siguiente cariz: “Tú, puta zorra, cómeme la polla”. “Mi ilusión es una fulana demasiado cara, voy a tener que violarla” o “Follo con una loca que jura que me ama. Tiene buenas tetas y buen culo pero quiero desaparecer […]”. Toda esa gente que está incendiando las calles y reventando sus ciudades, ¿de verdad creen que Hasél es una víctima a la que están coartándole la libertad de expresión? ¿Qué pasa con todas esas mujeres –y hombres– que están amotinándose, acaso no se dan cuenta de que este tipo no solo atenta en sus letras contra los diferentes partidos políticos sino también incita a la violación, a la cosificación y, por ende, al maltrato hacia la mujer? Quizá tenemos verdaderos problemas de razonamiento y de comprensión si no percibimos el tono machista del rapero. Si no nos damos cuenta de su vulgar intento de llamar la atención y ocultar su mediocridad. El año pasado, en Sevilla, tres descerebrados se grabaron un vídeo durante la manifestación del 8M en el que se referían a las mujeres como “guarras”, “golfas”, o “deben irse a fregar un poquito más”. Los tres fueron encausados como presuntos autores de un delito de apelación al odio o a la discriminación por sexo o ideología. Después de que esta noticia saliera a la luz no hubo ninguna manifestación reclamando la libertad de los susodichos porque todo el mundo entendió que dirigirse así a una mujer –o a cualquier persona– está mal. Ergo, ¿cuáles son las verdaderas razones de esos actos delictivos pidiendo la libertad de Hasél que lejos quedan de reclamar un derecho social? ¿La justicia debe tener raseros diferentes según a quién juzga? Estamos pervirtiendo el significado de “democracia” si entendemos que todo tiene que valer. No. No todo vale. Hay límites y cuando se cruzan, como lo ha hecho el rapero, debe haber consecuencias. Cuánto me entristece ver a gente nacida después de los ochenta criticar ignorantemente nuestra democracia y creer que el tiempo pasado siempre fue mejor. Cuánto daño le estamos haciendo a la sociedad. ¿En qué momento se nos jodió el Perú?