Junto al hecho, después de cada nueva experiencia, encontramos diversos estados mentales. Sí, los mismos que nos impiden avanzar, y nos dejan a merced del retroceso. Hay cosas nuevas que no conducen a nada y no pasan de ser el estímulo del morbo y la curiosidad. ¿Qué nos lleva a ser fetiches de la casualidad y entregarnos a ella? Hay épocas en la vida en las que estamos más “endebles” y le damos un valor especial a la compañía. Y, claro, clavamos nuestro corazón en lugares alejados del espíritu... ¡La vida es la evidencia que nos asombra y a la vez nos destruye! La falta de sinceridad con uno mismo es la peor cobardía; por lo tanto, es lógico, que no sepamos ver la cantidad de veces que hacemos el bobo y nos convertimos en el contrapunto de aquello que está destinado a ser perdida de tiempo. Algunas veces, más de las que pensamos, nos convertimos en el capricho de muchos egoístas y escogemos caminos equivocados. La negación (opinión subjetiva) es la afirmación vestida de duda. Hay palabras que desconciertan, palabras que no expresan nada, palabras que convergen en la nada más absoluta; y aún así, le damos valor. Tengo la sensación que todo lo apasionado es confuso y por lo visto (sonrío) no aspira a reconciliarse con la razón. Hay cosas que no obedecen a nada y con el tiempo se convierten en la oportunidad de llamarnos a nosotros mismos bobos y pringados. Así, con el mismo orden, y justamente ya casi tendiendo la síntesis final a mi columna de hoy (sonrío) se me antoja incorporar otra palabra. Sí, justamente en ella, veo la posibilidad que falta. ¡Gilipollas! Por lo tanto la cosa queda así: bobos, pringados y gilipollas. Es necesario conocer bien nuestra lengua, y así (solo así) entenderemos las modulaciones de un taco.