Nada más leer este título, lo primero que mucha gente se pregunta es: ¿Qué son las mitocondrias? Y esta es una pregunta de fácil respuesta: “Son lo más importante que hay en nuestras células” A lo que se viene a la mente otra pregunta: “¿y porque son lo más importante?” Porque las mitocondrias son la mayor fuente de energía de nuestras células. Por eso, cuando hablamos de enfermedades mitocondriales, decimos que falla la batería.

Las mitocondrias producen energía en forma de moléculas de ATP, que es la moneda energética de la célula, por medio de la fosforilación oxidativa que son una serie de reacciones en las cuales se consume oxígeno para quemar nutrientes y así producir ATP. Las mitocondrias también regulan la producción energética de la célula según las necesidades de cada momento. Para ello, se comunican con otros sistemas celulares y las mitocondrias funcionan como una centralita de entrada y salida de señales. Estas señales pueden estar causadas por situaciones externas puntuales o por nuestro estilo de vida, como por ejemplo una infección, la dieta, el ejercicio o incluso el estrés mental. Por eso a las mitocondrias se les considera los sensores de las células, y como tales integran señales del sistema metabólico, del endocrino y del inmune. Por ejemplo, cuando tenemos una infección, nuestro sistema inmune se activa para combatirla. Esta activación implica un aumento del gasto energético por parte de las células del sistema inmune.

Cuando las mitocondrias no funcionan correctamente, nos encontramos ante una enfermedad mitocondrial. El principal síntoma con el que nos encontramos en las enfermedades mitocondriales es la falta de energía, dando lugar a fatiga, tanto muscular como mental. Definir fatiga o agotamiento es siempre complicado, ya que es una percepción subjetiva. Sin embargo, en estas enfermedades hablamos de una fatiga crónica y extrema, entendiendo como tal aquella que dura más de seis meses y no se mejora con el descanso o el sueño. La fatiga llega a ser tal en estos pacientes, que muchos acaban sin poder salir de su casa o incluso encamados durante meses e incluso años. Además de esta fatiga crónica, los pacientes con enfermedades mitocondriales presentan una gran variedad de síntomas siendo los más comunes la sordera y la pérdida visual y cognitiva.

Las enfermedades mitocondriales son principalmente causadas por un defecto genético que da lugar a mitocondrias defectuosas. Una peculiaridad de las mitocondrias con respecto a otros componentes celulares es que tienen su propio genoma. Por tanto, nuestras células tienen dos genomas diferentes, uno en el núcleo de la célula, al que llamamos ADN nuclear y otro en la mitocondria al que llamamos ADN mitocondrial. Esto ocurre porque las mitocondrias se originaron por endosimbiosis, cuando unas bacterias ancestrales, que serían las mitocondrias actuales, son “tragadas” por células de mayor tamaño. Estas células obtuvieron el beneficio de procesar nutrientes utilizando el oxígeno atmosférico y así producir mayores cantidades de energía. Parece increíble pensar que algo tan natural como respirar, lo hacemos porque hace millones de años una célula se “tragó” a una bacteria. Con los años las mitocondrias perdieron la mayor parte que sus genes y actualmente sólo tienen 37 genes, mientras que el ADN nuclear tiene unos 20.000 genes. Mutaciones en el ADN mitocondrial dan lugar a lo que denominamos enfermedades mitocondriales hereditarias.

Las enfermedades mitocondriales hereditarias tienen un sistema de herencia peculiar ya que se heredan únicamente por vía materna, porque todas las mitocondrias de un nuevo embrión las aporta el óvulo. Esto dificulta el uso de preventivo de terapias de fecundación in vitro. En el Reino Unido está autorizado el uso de la técnica de reemplazo mitocondrial, también denominada de “los tres padres”. El embrión tiene tres padres genéticos porque el óvulo posee material genético proveniente de dos mujeres diferentes, el ADN nuclear de la madre afectada y el ADN mitocondrial de la mujer sana. La otra terapia preventiva es el diagnóstico genético preimplantacional, en el cual se evalúa si el embrión posee la mutación causante de enfermedad o no. A parte de estas terapias preventivas, hoy en día no existe cura para las enfermedades mitocondriales. Las terapias actuales están enfocadas en aliviar los síntomas de los pacientes y en retrasar el desarrollo degenerativo de la enfermedad. Estas terapias buscan mejorar el funcionamiento de las mitocondrias mediante el uso de fármacos, suplementos nutricionales y siguiendo dietas específicas, así como evitando el uso de medicamentos que pueden dañar las mitocondrias. La realización de ejercicios de fisioterapia y desarrollo neuromuscular específico para estos pacientes ayuda a evitar la progresión de la enfermedad. El mayor beneficio para el tratamiento de los pacientes con enfermedades mitocondriales es el diagnóstico temprano y el tratamiento personalizado. Por eso es tan importante la investigación de estas enfermedades a todos niveles y en todos los aspectos.

El diagnóstico de las enfermedades mitocondriales es muy complejo debido principalmente a que tienen una presentación clínica variada, sin alteraciones bioquímicas específicas y a que las pruebas bioquímicas no son siempre informativas. Muchas veces son necesarias pruebas dinámicas en las cuales se pone a prueba la capacidad del metabolismo de producir energía en condiciones de estrés o esfuerzo. Hoy día los avances en los estudios genéticos y su abaratamiento permiten realizar un diagnóstico más rápido en los casos nuevos y cerrar casos antiguos que pueden llevar sin un diagnostico claro más de 20 años. A pesar de no haber cura para las enfermedades mitocondriales, encontrar un diagnóstico definitivo supone un alivio para los pacientes y sus familias que pueden ponerle nombre a su enfermedad y entender su situación. También les permite contactar con las asociaciones de pacientes que son un gran apoyo y una fuente de conocimiento sobre su enfermedad.

Las enfermedades mitocondriales son consideradas enfermedades raras porque solo afectan a un porcentaje reducido de la población. En este caso en concreto estamos hablando de 1 persona afectada por cada 5.000-10.000 habitantes. Esto significa que en España habrá unas 5.000 personas que sufren de una enfermedad mitocondrial. Este número se reduce todavía más cuando tenemos en cuenta los distintos genes afectados, habiendo casos con un solo paciente en todo el mundo. Por ello, los pacientes de enfermedades mitocondriales suelen tener problemas de diagnostico y tratamiento adecuados. Además, su baja frecuencia hace que no solo haya un desconocimiento entre el personal sanitario, sino también en la sociedad, lo que hace que muchas veces estos pacientes y sus familias se sientan solos y abandonados. Esta situación no es única de las enfermedades mitocondriales, sino que es común a todas las enfermedades raras. Cuando hablamos de enfermedades raras o poco frecuentes, no podemos dejar de recordar que este domingo 28 de febrero es el día mundial de las enfermedades raras, cuyo objetivo principal es visibilizar el impacto que tienen estas enfermedades en la vida de los pacientes y crear conciencia en la sociedad.

Los avances en el conocimiento y tratamiento de las enfermedades mitocondriales hacen que los pacientes tengan una mejor calidad de vida y una mayor longevidad. Sin embargo, todavía queda mucho camino por recorrer. Los estudios en enfermedades raras no sólo benefician a pacientes con enfermedades raras, si no a pacientes con enfermedades más frecuentes. Por ejemplo, estudios en enfermedades mitocondriales o metabólicas, pueden aportar conocimiento sobre otras enfermedades metabólicas más comunes como la diabetes, que permita mejorar su tratamiento o en encontrar una cura.