Una noche cualquiera, con el sonido de la televisión de fondo pero prestando especial atención a la pantalla de mi móvil llegué a este cuento que relata mi querido Jorge Bucay. El cuento podría sintetizarse así (te aconsejo que lo busques en YouTube y escuches el cuento entero):

“En un país no muy lejano había un rey muy triste y un sirviente que se mostraba siempre pleno y feliz. Un día el rey lo mandó llamar y le preguntó: “¿cuál es el secreto de tu alegría?”. A lo que el sirviente contestó que no había ninguno que sencillamente lo era porque tenía trabajo y él y su familia tenían salud. Tenía todo lo que se podía desear.

El rey estaba furioso, no conseguía explicarse cómo el paje vivía feliz así. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le preguntó: “¿Por qué él es feliz?”. El sabio sentenció “él está fuera del círculo y eso es lo que no le hace infeliz”.

“¿Qué círculo es ese?”, preguntó el rey. “El del 99”, dijo el sabio. “Si está dispuesto a perder a un buen sirviente se lo mostraré, preparé 99 monedas de oro”.

El paje recibió las 99 monedas de forma anónima y ante sus sorpresa las empezó a contar. 99, pensó, pero falta una, ¿dónde se habrá caído?. La buscó y no la encontró por ningún lado y aún sabiendo que eran muchísimas, pensaba que le faltaba una para ser 100. La cara del paje ya no era la misma, tenía el ceño fruncido y los rasgos tensos. Tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos. ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar para comprar su moneda número cien? ¿Cuánto tendría que sacrificar? El paje había entrado en el círculo del noventa y nueve.

Al final, no pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente ya que no era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.”

Cien es un número redondo, es un número que parece correcto, incluso al que nos acostumbran desde pequeños cuando en clases de matemáticas nos hablan del redondeo. Sí, parece que cien es una buena meta. Es casi tan buena como tener hijos, mantener un trabajo con un buen sueldo, comprar una casa y jubilarse para así empezar a disfrutar de nuestros sueños.

La sociedad, el sistema, nuestros padres, seguro que nuestros abuelos… han tenido mucho que ver. Somos parte de una sociedad inconformista por naturaleza, una raza que busca en el redondeo la aceptación del resto, de el devenir de nuestras vidas siempre en busca de un fin.

Son muchos los pacientes… ¿Qué digo? Yo también lo he sido. Somos muchas las personas que entramos en el círculo sin darnos cuenta. Nadie nos pregunta si queremos o no hacerlo, tampoco nos advierten de que se puede convertir en algo adictivo y algo, por tanto, dañino. El círculo del 99 podemos extrapolarlo a cualquier círculo a través del cual estamos siempre en alerta, estamos siempre trabajando o sacrificándonos para obtener más y mejor. Pensamos que seremos felices cuando consigamos ese 100. Una espiral sin fin, un círculo infinito porque… ¿dónde está el límite del más y el mejor? ¿Lo hay?

Nos pasamos la vida poniéndonos metas. Se trata de algo a simple vista positivo, nos ayuda a organizarnos pero… son/somos muchas las personas que en ocasiones llegamos a ellas y cuando lo hacemos, de una forma automática, nos marcamos otras nuevas. Nos ponemos nuevos objetivos sin haber saboreado el logro de los anteriores, sin haber disfrutado de nuestros méritos. Sin darnos una pausa y disfrutar de lo que tenemos o hemos conseguido. Siempre nos marcamos nuevos objetivos, a veces lo hacemos de una forma tan inmediata que lo único que logramos con este sistema de metas, logros y objetivos es agobiarnos y sentirnos infelices y malhumorados como ese paje del cuento. Algunas veces somos conscientes de nuestro agobio, otros… no. De ahí la causa de muchos de los estados de ansiedad a los que muchos de los que hoy me leen estamos sometidos. ¡Más y mejor! ¿Sabemos lo que eso implica? Con prisa y sin pausa… no es buena aliada esa actitud.

No, no es malo ponerse objetivos, ni siquiera es malo ser una persona ambiciosa. Lo realmente problemático reside en nuestra propia exigencia. Ponernos metas de forma sistemática suele ser el verdadero problema. Si nuestras metas se originan así no seremos capaces de disfrutar de todo lo que hemos logrado. Nuestros pequeños, nuestras relaciones, nuestros pequeños y grandes placeres… ¿Acaso no podía vivir bien ese paje con 99 monedas de oro que antes no tenía? ¿No hubiera sido inmensamente feliz encontrando en su camino tan solo una? Seguro que sí.

La frustración es la responsable de que no salgamos del círculo, en muchos casos, es la responsable de nuestra ansiedad, nuestro descontento y, a grandes rasgos, de nuestra infelicidad. Recuerda lo que dijo el sabio “estar fuera del círculo es lo que no lo hace infeliz”. La frustración de no poder obtener una sola moneda de oro aún teniendo otras 99 es lo que le hacía fruncir el ceño, lo que le metía en la espiral de infelicidad, en el círculo del 99.

“Querer más” nunca ha sido una pretensión negativa, tampoco debería serlo ahora, el problema está en tener más sin valorarlo ni disfrutarlo. El paje tenía un trabajo, una familia con salud y no era infeliz, en cambio al final del cuento y con 99 monedas de oro que antes no tenía entró en un círculo de infelicidad promovido por la búsqueda de una moneda que antes no era necesaria en su vida, hasta tal punto que terminaría perdiendo todo lo que antes le hacía feliz.

¿Sigues buscando tú esa moneda que te falta para ser feliz?

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