Algunos sostienen que Camilo José Cela creó la palabra aburrimierdo – “estar hastiado hasta las heces”– en los pasillos del Senado, cuando ocupó un escaño “por designación real”, tal vez la única cacicada borbónica que desluce las Cortes que prepararon la Constitución, pero que extrañamente ninguno de sus impugnadores menciona. En realidad Cela se la inventó cuando niño, tal y como explica en el primer volumen de unas memorias que jamás continuó, titulado La rosa, un bellísimo ejercicio de estilo. El vocablo, en todo caso, resume inmejorablemente la sesión plenaria de ayer del Parlamento de Canarias, que en sus momentos más deshabitados apenas sumó 20 o 25 escaños en los dos salones que actualmente (a consecuencia de las medidas de seguridad impuestas por la covid) ocupan sus señorías. Varios diputados de Lanzarote, La Palma y Gran Canaria intervinieron por videoconferencia y otros muchos se desperdigaron por las cafeterías de los alrededores, para pasar luego, con un ligero esfuerzo de sus extremidades inferiores, a los mejores restaurantes de las cercanías.

Pese a los intentos de algunos ni siquiera los tejemanejes socialistas sobre el candidato definitivo para sustituir a Pedro Ramos en el Senado tuvieron especial dramatismo. Es prodigiosa –y sin duda envidiable– la capacidad de escuchar comentarios en los pasillos parlamentarios cuando los pasillos están cerrados a los periodistas. El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Ángel Víctor Torres, suspendió, en efecto, la reunión de la comisión ejecutiva que debería decidir entre Santiago Pérez y Blas Acosta para el escaño senatorial, lo que llevó a retirar la votación en el orden del día de hoy miércoles. Torres –que en ningún caso prometió simultáneamente su apoyo a los valedores de uno y otro candidato: no es idiota– sabe perfectamente que la opción de Acosta es inaceptable: está a punto de abrirse juicio oral contra el presidente del Cabildo de Fuerteventura –y sólido mandamás socialista en la isla– por un montón de supuestos delitos francamente escandalosos. En realidad el telón de fondo de esta situación es el próximo Congreso del PSOE de Canarias, que se celebrará entre octubre y noviembre próximos, y al que Torres ni quiere ni puede llegar con la organización majorera en llamas: sabe perfectamente de lo que es capaz Acosta encadenado por la ira y la desesperación.

Un pleno singularmente aburrimierdo

El también jefe del Ejecutivo ha demostrado una deficiente –y hasta torpona– gobernanza de su partido. Hace tres meses la situación judicial de Blas Acosta ya era lo suficientemente comprometida como para pedirle a Pedro Ramos que reprimiera sus nostalgias laguneras y esperara hasta el próximo otoño. Para desgracia de Torres nadie se ha ocupado en manejar los tiempos. Su secretario de Organización, el palmero Jorge González, funciona como un eficiente pero limitado administrativo, cómodamente encajonado en la Mesa del Parlamento; su vicesecretaria general, Nira Fierro, sufre una sincera, esencial, auténtica necesidad de contarle a su jefe lo portentosamente estupendo que es, y carece de la madurez política para actuar como una segunda eficaz. Pero aun así el PSOE no está dividido por cederle la púrpura a Acosta o a Pérez. Torres ha pedido respaldo irrestricto de Madrid para tomar una decisión (Santiago Pérez) mientras se prepara para enviar emisarios de buena voluntad o mala entraña a Fuerteventura. Puede optarse por una solución ni para ti ni para el otro (Jorge González siempre tiene un palmero de repuesto). Y en el peor de los casos el compañero Ramos se queda otros seis meses como senador. También en Madrid se pueden comer churros con o sin chocolate.

El pleno comenzó con una declaración institucional sobre el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Gustavo Matos colecciona declaraciones institucionales como otros coleccionan sellos o machanguitos de la Guerra de las Galaxias. Para la eternidad una definición de su discurso, cuando denominó al golpe fallido “una provocación autoritaria”. Es verdad que fueron provocando con metralletas y tanques, esa gente. Por supuesto, el presidente Torres se congratuló de que cuarenta años más tarde se puedan sostener debates democráticos, pero no estoy seguro de que se refiriera al que estaba manteniendo con Casimiro Curbelo, que cada día actúa más como Churchill, pero con camiseta en vez de chaleco. Algún día, en el acantilado de Los Órganos, alguien –con un contrato por horas del Cabildo– tallará el rostro de don Casimiro junto al de José Aguiar y Antonio Ruiz de Padrón, siguiendo el ejemplo del Monte Rushmore. Mientras tanto la hemorragia verbal de Curbelo comienza a ser alarmante. Ayer se largó una parrafada incomprensible sobre la relajación de la regla de gasto. Por supuesto Torres le dijo que tenía toda la razón.

En su habitual duelo invisible con el presidente el coalicionero Pablo Rodríguez estuvo algo mejor de lo habitual, al denunciar que colectivos destacados del tercer sector llevaban cuatro meses esperando respuesta de Torres para una reunión que no se ha mantenido, aunque sigue sin llegar la pasta de las ayudas. Es lo más desde hace bastantes meses: el Gobierno explica la cantidad de pastuqui que tiene para todos, hermanos en la crisis y el coronavirus, pero nadie ve un puto duro. María Australia Navarro estuvo en la misma línea pero, como siempre, y según la vieja escuela, soltó el titular preparado para los plumillas: “Usted no dirige una agencia de publicidad, sino un Gobierno”. Como si a estas alturas fuera fácil distinguir entre ambas cosas. Y como si los periodistas prestaran alguna atención a estas tontadas. Los periodistas están allá arriba, en la tribuna de prensa, y desayunaron mal, como corresponde a inframileuristas, y los mejores, los y las que llevan más de veinte años haciendo buena información parlamentaria, pues se hartan y se sacan una plaza de ujier en el mismo Parlamento, lo que es una imagen perfecta y muy didascálica de la situación del periodismo actualmente en nuestras extrañables ínsulas baratarias. Así que los titulares preparados como que no nos causan una gran impresión, si vamos a ser sinceros. Ninguna en realidad. Para empeorar las cosas, eso sí, Torres le espetó a la señora Navarro que el PP no está para decir nada, porque el PP “hubiera tomado otras medidas” si la crisis del covid la hubiera pillado en el poder. Ya no se trata de responder a una crítica de la oposición con lo que la oposición hizo cuando estaba en el poder. Ahora se responde afeándole la conducta por lo que no hizo (ni podía) hacer, pero que hubiera hecho si hubiera podido. Alucinatorio.

Por supuesto Vidina Espino insistió en que las ayudas directas a pymes y autónomo no llegan, y fray Manuel Marrero dijo que no sé qué se había hecho muy bien, porque el Gobierno era progresista, y Nira Fierro realizó un pequeño publirreportaje sobre la visita del presidente Torres al Senado como introducción a una pregunta vacua, y Teresa Cruz Oval, que necesita congraciarse como sea con su mismo grupo, asumió el papelón de decirle a la consejera de Derechos Sociales, Noemí Santana, que los socialistas estaban muy satisfechos (hay que repetirlo: muy satisfechos) con la gestión que estaba haciendo con la dependencia. No pareció costarle mucho trabajo y Santana se lo agradeció y apostilló que quizás hicieran falta tres legislaturas (doce años) para que la gestión de la dependencia empiece a ir de manera moderadamente satisfactoria, doce años todavía refugiándose en la telúrica maldad de Coalición Canaria, doce años para verme, si tuviera esa suerte, como un ujier jubilado del Parlamento de Canarias al que la administración autonómica puede limpiarle las flemas o retirarle el pañal mientras me aburrimierdo viendo los programas culturales de la tele autonómica.