Hace ayer cuarenta años, en 1981, el 23 de febrero era lunes. No había calima y el tiempo meteorológico no estaba mal. En la tarde tendría lugar una competición de natación en la piscina del Club Náutico de la capital tinerfeña que no se había podido terminar el fin de semana. Por eso cuando unos amigos políticos me llamaron desde Santa Cruz de La Palma para advertirme del asalto al Congreso en Madrid, mi mujer se había ido con los chicos del C.N. Martiánez a Santa Cruz de Tenerife.

En la tarde del lunes las noticias eran tremebundas respecto a los sucesos de la capital del reino. Ponías la radio y la tele y predominaban las músicas militares. Esa tarde tenía que subir a La Orotava para preparar con el resto de los compañeros de la AIO el pleno del día siguiente. Las reuniones las hacíamos a las 6 de la tarde en el despacho de mi hermano Francisco que era el Alcalde de la Villa, electo en abril de 1979 con el apoyo del PSOE y la UPC. Al llegar a la plaza del Calvario me encontré con un compañero del PSOE que me indicó su preocupación y las acciones que habían tomado con los documentos de su partido y sindicato.

Éramos ocho los concejales de la AIO pero faltaba una persona a la reunión, la amiga Mensa que era la responsable de la policía. Se demoró por un tenso encuentro con una autoridad militar de la Villa quien le trasladó el “espíritu político” del asalto a las Cortes Generales. Apareció llorando por la actitud del personaje por lo que mi hermano Francisco le llamó por teléfono para recordarle que el mando civil de la Villa lo ostentaba el Alcalde. En la reunión se habló de todo e incluso alguno de los compañeros temió que fuéramos encarcelados por lo que recomendó celebrar nuestra última reunión. Entrada la noche nos fuimos retirando para seguir por la televisión la marcha de los acontecimientos. En verdad que Madrid ardía, sobre todo la zona del Hotel Palace al igual que otras capitales peninsulares. Mi hermano Dardi que hacía el servicio militar en Sevilla me contó luego que le habían ordenado salir en un tanque por las calles andaluzas.

La noche del 23 F parecía nunca acabar hasta que salió en la televisión el rey Juan Carlos de Borbón y “mandó a parar”. Adolfo Suárez y Gutiérrez Mellado pasaron a la historia política de España, al igual que el teniente coronel Tejero que entró en las Cortes pegando tiros al techo y gritando: “todos al suelo”, lo que obligó a los diputados esconderse mayormente en los asientos. Pensé en mi caso si hubiera aceptado la propuesta de la UCD para ir en la lista de Diputados. Juan Julio Fernández sabe lo que digo.

Yo tenía interés en que se acabara el período de sesiones de esa semana por cuanto estaba pendiente de la aprobación del expediente de la creación del Parque Nacional de Garajonay y de la reclasificación del Teide, de la Caldera de Taburiente y de Timanfaya, ya que llevaba años esperando desde 1975 la base jurídica de la Ley de Espacios Naturales de entonces pero como se murió Franco en noviembre de ese año se suspendió el procedimiento y así hasta 1981. Afortunadamente falló el golpe de estado y salieron adelante las respectivas leyes y la Transición política que vivía nuestro país. La convivencia entre españoles no se rompió y se aprendieron muchas cosas sobre la Constitución de 1978. Personalmente me llevó a recordar a la amiga María Mérida cuando cantaba la convivencia que escribiera Agustín Millares Sal.

El ayuntamiento de La Orotava celebró su pleno ordinario al día siguiente, el último martes del mes de febrero. Vista la actuación televisiva del rey los portavoces de los diferentes grupos políticos decidimos por unanimidad que la Corporación municipal le concediera la Medalla de Oro de la Villa de La Orotava a Juan Carlos de Borbón. Entendíamos que había salvado la Democracia y la Transición política. También miembros del ayuntamiento participamos días después, el viernes 27, en la manifestación política que se celebró en la capital tinerfeña en favor de la libertad, la democracia y la Constitución. Evocar este tipo de acciones conviene divulgarlas para que la juventud sepa la historia que hemos vivido y aprendan para el futuro. ¡La libertad de expresión tiene sus límites!

Pese a las dudas políticas de la Casa Real el ayuntamiento insistió en concederle la citada Medalla y lo consiguió después de varias llamadas telefónicas muy diplomáticas que le hicimos desde la Alcaldía. El alcalde y los portavoces de los grupos se acercaron a La Zarzuela, para entregarle, no sin anécdotas, la Medalla al rey de España.