CC.OO. ha denunciado que el salario medio de las mujeres en Canarias es de diecinueve mil euros frente a los veintidós mil trescientos euros que perciben anualmente los hombres, lo que supone una diferencia salarial de casi tres mil trescientos euros anuales. De donde infieren que el salario medio femenino debe aumentar para equipararse al masculino. No es así de sencillo. Porque tiene que ver con el desempeño de funciones, es decir, con el tipo de trabajo que se desempeña, que es lo que hay que cambiar (y lo que va cambiando, tal vez demasiado lentamente). Es una situación hoy por hoy injusta. Tanto como, por ejemplo, que los salarios de las administraciones públicas sean, de media, un 20% superiores a los del sector privado. O, por seguir encontrando diferencias, que el salario de los trabajadores de esta región esté el penúltimo por la cola en la tabla de retribuciones en el Estado y sea uno de los más bajos de toda la Unión Europea. Siguiendo el hilo de CC.OO, que habla de “brecha por condición de género” en las pensiones contributivas (donde las mujeres cobran menos porque han cotizado con salarios más bajos) también podríamos hablar de “brecha por condición de isleño”. O sea, que la discriminación que afecta a las mujeres, las afecta doblemente, por ser mujeres y canarias, condición esta última que les hace compartir con los hombres una de las peores retribuciones del trabajo en España. ¿Por qué se denuncian tan poco esas otras discriminaciones territoriales que son igual de injustas?

A ver si lo entiendo. Si el fascista de Trump llama a los ciudadanos a asaltar el Capitolio, destrozar los despachos y orinarse en las esquinas, es un salvaje atentado por el que debe ser condenado al ‘impeachment” del que se ha librado por la pelambrera. Si es Echenique el que alienta a los pibes que salen a la calle a destrozar el mobiliario urbano, es un acto de pura democracia.

Pablo Iglesias ya llamó a tomar las calles para impedir que los fachas de Vox llegaran al poder en Andalucía, a pesar de que la gente les había votado en las urnas de la democracia. O sea, que ya tenemos una lectura. Cuando el pueblo apoya a la izquierda radical es democracia. Cuando vota a la derecha radical, hay que sacar a las masas a las calles para hacer jarabe democrático con los adoquines, porque debajo están las playas.

No hay quien sepa si el regreso de Podemos al populismo extremo es coyuntural o definitivo. O lo que es lo mismo, si alguien ha deducido que estar en el Gobierno les está costando una sangría de votos y hay que retroceder velozmente a los orígenes. Pero tiene mala pinta. Porque resulta que Pedro Sánchez se acaba de despertar de sus dulces sueños monclovitas descubriendo que tenía a la oposición sentada en los Consejos de Ministros. Ya lo decía él, que es un visionario, que se duerme mal cuando es el enemigo el que ronca en la misma cama.

La derecha española está en un sin vivir. De capa caída y en horas bajas. Pero esa crisis existencial de trashumancia y pérdida de orientación, que debería confortar a las izquierdas no es exclusiva del cabizbajo Casado. La intelligentsia de Podemos está comprobando que los socialistas les devoran y el sistema les está metabolizando como a esa casta a la que ponían a parir. Ese proceso en el que una hermosa y verde manzana se convierte en un oloroso excremento que abona el mantillo de la democracia. Han pasado, en solo un pestañeo, de la poderosa y provocadora foto de Teresa Bescansa dando el pecho a su hijo en el escaño a la decadente imagen de la niñera de Irene Montero con sueldo de 60 mil euros a cargo del ministerio. O sea, chiquito viaje. Nunca tantos defraudaron a tantos tontos.

En las próximas semanas ya veremos si se consuma el divorcio de la pareja del abrazo de Vergara: Pablo y Pedro. Pero es difícil desligar estos espasmos mediáticos de los resultados de las elecciones catalanas donde la marca morada se ha quedado congelada en la mediocridad mientras los socialistas han duplicado sus resultados electorales.

La vieja medicina de Iglesias para llamar la atención es practicar el trumpismo más descarnado. La ciénaga de Washington aquí es el IBex 35 y los dueños de los grandes medios de comunicación. Y defender la libertad de expresión para los raperos y la mordaza para los periodistas hostiles. Y que hablen de mí, aunque sea mal, porque es la única manera de tener publicidad gratuita.

Pedro Sánchez difícilmente podrá sostener el maridaje con un compañero de viaje echado al monte. Pero no tiene alternativas para sostener su gobierno. No puede contar con la lealtad de una derecha en crisis. Ni construir una mayoría esquizofrénica con los independentistas, que no suman. O yo o las elecciones, piensa Iglesias. Y por eso estira la cuerda.