El PSOE ha querido arrogarse, como no podría ser menos, la crítica más sentida y acerba sobre el llamado campamento de acogida de migrantes de Las Raíces, en el municipio de La Laguna, levantado –obviamente– por el Gobierno del PSOE. Entiendo que a veces cueste pillar el chiste, pero a eso casi hemos quedado reducidos los periodistas: a contar el making of de los chistes del Gobierno, cuya premisa es que los ciudadanos somos unos oligofrénicos incurables. Así que el eurodiputado Juan Fernando López Aguilar, el siempre hipotético presidente del Cabildo de Tenerife, Pedro Martín, y el alcalde lagunero, Luis Yeray Gutiérrez, se plantaron ahí y fueron cordialmente recibidos por cortesía del delegado del Gobierno en Canarias, Anselmo Pestana. Seguro que habrán intuido ustedes que salieron un poquito tristes para comentar a los periodistas –a los que no se deja entrar– que el “sistema de atención” a los migrantes es muy mejorable. Y debe mejorarse. Y tiene que mejorarse. Y habrá que mejorarlo. Y se marcharon a escape en los coches oficiales.

Todavía el asombro vence a la irritación a la hora de comprobar el descomunal cuajo que se gastan. Los tres cargos públicos citados no solo son militantes, sino dirigentes con diversas responsabilidades del PSOE. Ha sido el Gobierno presidido por Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE, el que ha gestionado desastrosamente el fuerte incremento del flujo migratorio hacia Canarias. Ha sido el Gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos el que ha decidido transformar Canarias en la frontera campamental y policiaca de la Unión Europea, reduciendo drásticamente las derivaciones a otras comunidades autonómicas, y no para acatar ninguna disposición de la UE, sino para no causar molestias en la Península y efectos político-electorales negativos. Como relevantes cargos públicos socialistas, como miembros de sus órganos de dirección, López Aguilar, Pedro Martín y Luis Yeray Gutiérrez son corresponsables política y moralmente de actuaciones como organizar campamentos de retención al estilo de Las Raíces, con tiendas sin calefacción, limitaciones en el abastecimiento de agua y una bazofia para comer. Inevitablemente el eurodiputado canario no pudo resistirse a fabricar un escalón moral para declarar que en los campamentos montados en Tenerife y Gran Canaria los migrantes pueden salir y entrar, no como en los levantados en el Mediterráneo. Pueden salir y entrar con las dos perras gordas que les quedan en el bolsillo, por supuesto, para que luego los servicios sociales de ayuntamientos como el de Santa Cruz de Tenerife deba socorrerlos con sus propios recursos.

En su brillante y poco conocida Crítica de la razón cínica, Peter Sloterdijk califica al cínico de la sociedad poscontemporánea como “un integrado antisocial” que no entiende su manera de ser como la de un malvado, “sino como una participación en un modo de ver colectivo y moderado por el realismo”. Cualquier alternativa, sobre todo si se entiende a sí mismo como alternativa, es para el cínico una molestia fútil en el orden de los acontecimientos, cuando no un peligro para su posición intelectual y emocional. López Aguilar, como sus compañeros, actúa desde un cinismo omnímodo que hoy se cree impune. Hace semanas el exalcalde de La Laguna, José Alberto Díaz, solicitó visitar el campamento, acompañado por el diputado conejero Oswaldo Betancort. Fue inútil. Los campamentos para inmigrantes construidos por orden de ministros socialistas deben ser visitados solamente por cargos públicos socialistas como el propio nombre de Anselmo Pestano indica.