El PSC ya ha empezado la campaña electoral de las próximas elecciones catalanas. ¿Que acaban de celebrarse? Sí, señorías, ya lo sé. Pero en este país los partidos están cuatro años de campaña y algunos –los que lo hacen bien– se ponen las pilas nada más terminar el recuento de los votos de la última elección.

Salvador Illa, candidato del PSOE, ex-ministro de la mascarilla, no quiere que le pase como a Inés Arrimadas, que hizo tocata y fuga, saliendo por piernas para Madrid, porque estaba más quemada que el palo de un churrero de hacer oposición a los independentistas. La sedujeron para irse a España y le han pasado la factura.

Illa, el candidato más votado por los electores catalanes –los que fueron a votar, que fueron la mitad, más o menos– quiere hacer que hace por ser presidente. Pero a monseñor Torrent no se le presenta nadie que no tenga en las manos los pelos de la burra parlamentaria. O sea, el respaldo de la mayoría de los votos. Y eso está lejos de ser verdad para el PSOE.

La estrategia del PSC es que debe hacer ver que quiere la Presidencia. Que Illa está dispuesto a gobernar Cataluña y a terminar este disparate que enfrenta a los españoles furiosos por un lado y a los independentistas desbocados por el otro. O sea, ahí están ellos: la sensatez y la sensibilidad con Cataluña y no como esos bestias del PP que mandaron a los antidisturbios a dar hostias. Recuerden que un presidente socialista, ZP, dijo que no le tocaría una coma al Estatut que hicieran los indepes en el Parlamento catalán. Y lo cumplió. Y luego el PP lo denunció ante sus aliados, los jueces, y se lo tumbaron en el Constitucional. Recuerden, catalanes. El PSOE siempre ha estado ahí, apostando por el diálogo. Por qué si no se avino Pedro Sánchez a arrastrarse hasta Barcelona para ser recibido por Quim Torra.

El mensaje al electorado catalán es: sed inteligentes. Con el PSOE la independencia será un sueño postergado, pero no difunto. La república seguirá ahí, como una sombra en la pared de la cueva. Y mientras tanto, se puede ir articulando un pacto fiscal como el del País Vasco, que le daría la soberanía a la hacienda nacional catalana. Força al canut y déjense de coñas, que la pela es la pela.

Le están abriendo una puerta seductora e inteligente a Esquerra. Pueden contar con el PSC si no cuaja un acuerdo –o es muy caro– con la rancia derechona catalana independentista del desquiciado Puigdemont. Los de ERC ya saben que cuando se sienten a negociar el nuevo gobierno con los de Junts x Cataluña estarán en las mejores condiciones: ellos tienen alternativa y los de Junts no. Ese es el gran favor de vuelta que le va a hacer Pedro Sánchez a sus muy inteligentes aliados catalanes. Ayer por mí, hoy por ti. En esto se basa la vida, Lázaro: en comer las uvas por turnos y de dos en una.

Por la megafonía del PSOE de Tenerife se escucha un mensaje de alerta: hay que ganar el pulso por la plaza de senador autonómico para Santiago Pérez. No porque haya que defender a Pérez –que algunos también lo piensan– sino porque se trata de una lucha a cara de perro entre esta isla y el resto del mundillo socialista canario. El partido aquí no atraviesa por su mejor momento. La inesperada caída de Patricia Hernández, después de su gran momento de esplendor, fue un sopapo del que aún no se han recuperado. Y la pérdida de José Julián Mena, el prometedor alcalde de Arona, está siendo especialmente dolorosa. Que la oposición desgasta es cosa sabida. Pero tener tanto conflicto estando en el poder es casi inédito y una mala noticia. El socialismo tinerfeño ha sido demasiado tribal. Ese ha sido uno de los principales lastres de la agrupación más importante del partido en Canarias. Y la pequeña escaramuza de la batalla por el Senado lo evidencia. Hay líderes en esta isla que se alegran, en la intimidad, del revés de Pérez y de quienes le propusieron. La candidatura de Blas Acosta, competidor por el sillón del Senado, no es solo una pugna normal entre dos militantes –uno que se mantuvo en la disciplina del partido y que afea el desembarco privilegiado del hijo pródigo– sino una batalla entre poderes e islas. Contra Santiago Pérez, que se disfruta y se padece a sí mismo, se argumenta que dijo que regresaba al PSOE sin que le ofrecieran nada a cambio y que dijo lo que dijo de sus ex compañeros cuando no estaba en el partido. O sea, el pasado evangélico. Angel Víctor Torres, el bombero mayor de Canarias, se enfrenta ahora a un conato de incendio en su propia casa. Y va a tener que elegir con la certeza de que, haga lo que haga, va a dejar a gente herida y cabreada en su propia casa. Pinta fea la cosa.