La intoxicación informativa ha llegado para quedarse y generar el caos. Todo está perfectamente orquestado para la confusión y el desorden. Su propagación, tanto individual como colectiva, se basa en la necesidad de generar el apocalipsis en medios de comunicación, redes sociales y en el boca a boca. Es la epidemia de la desinformación que sacude todos los ámbitos de la vida. Y es aquí donde la infodemia entra en escena como la sobreabundancia de información que incluye los intentos deliberados por difundir información errónea para socavar la respuesta de salud pública y promover otros intereses de determinados grupos o personas. La OMS ya ha advertido que la información falsa polariza el debate público sobre los temas relacionados con la COVID-19; da alas al discurso de odio; potencia el riesgo de conflicto, violencia y violaciones de los derechos humanos; y amenaza las perspectivas a largo plazo de impulsar la democracia, los derechos humanos y la cohesión social. Hasta el momento, los ensayos han demostrado que la consulta de información a través de fuentes fiables es la vacuna más eficaz contra la pandemia. El aislamiento como consecuencia de la crisis sanitaria convirtió a Facebook y Twitter en las principales fuentes de noticias sobre la pandemia de coronavirus pero, en ellas, la información real se mezclaba con bulos cuyas consecuencias pueden ser contraproducentes. La directora del Proyecto de Investigación de Tecnología y Cambio Social en el Centro Shorenstein de la Escuela Kennedy de la Universidad de Harvard, Joan Donovan, explicaba que durante el confinamiento por el coronavirus las redes sociales se volvieron más importantes que nunca. Con la implementación de las cuarentenas, Facebook, Twitter y otros servicios adquirieron una dimensión completamente nueva como base para nuestra vida cotidiana, como vía de comunicación crucial entre familias, amigos y compañeros de trabajo, y también como forma de entretenimiento tan necesario. A medida que el aislamiento físico aumentaba, las redes sociales y la web asumían la necesidad de informar a todo el mundo, dado que ofrecen a la gente información local y en tiempo real. En su reflexión, entendía que ahora más que nunca, las empresas de redes sociales deben ordenar, clasificar y priorizar la información verdadera y fiable. Las empresas web como Pinterest fueron las primeras en situar encabezados y enlaces en sus páginas de inicio con la información sobre COVID-19. Pero la desinformación no es solo un problema de contenido, también de transmisión. En situaciones complicadas, las autoridades públicas pueden activar mecanismos de alerta de emergencia a través de teléfonos móviles, televisión por cable y radio para comunicarse con la sociedad. Sin embargo, hoy en día no existen tales protocolos de emergencia para las redes sociales. Mientras la OMS lucha contra la infodemia del coronavirus, muchas organizaciones están aprovechando la coyuntura para minar con fake news los discursos del pueblo, en muchas ocasiones, alentados por mensajes políticos cargados de odio, xenofobia y racismo. Todavía nos sorprendemos de la cantidad de amigos o conocidos que comparten noticias extrañas de supuestos periódicos digitales y webs seudocientíficas de las que se desconoce su credibilidad y autenticidad. Hay que estar prevenidos para que no te la cuelen.

@luisfeblesc