Ni un día comercial ni un día cualquiera. Si hoy has abierto los ojos y le has dado un beso antes de levantarte… ¡toca celebrarlo!

San Valentín o el Día de los Enamorados ha ganado adeptos y detractores a partes iguales con el paso de los tiempos. Es posible que la saturación de anuncios en los medios por estas fechas tenga algo que ver, o que sintamos que se nos impone felicitar o celebrar que estamos enamorados. Ya… nadie nos obliga, pero por la misma razón tampoco se celebrarían otras cosas, ¿no crees? Celebrar o hacer de este día algo diferente con la persona de la que estamos enamorados carga pilas, pilas que se necesitan, quizás ahora más que nunca, al igual que se necesitan los otros días del año, pero si no se hace porque entendemos que se da por hecho… ¿Cuánto desgastamos la relación?

Estos últimos meses hemos aprendido que lo material es eso, material, y que podemos hacer de los días, días especiales con experiencias y gestos. Así que… la excusa del capitalismo queda descartada. ¡Celebra, compres o no compres! Pero celebra.

Si mirar a tu pareja en medio de la noche cuando ya todos duermen te lleva a recordar y recordar te lleva a sonreir, sois unos afortunados y sí, ¡eso toca celebrarlo!

La vida en sí es un cúmulo de retos para el amor. En la primera etapa apenas se nos presentan, estamos tan obnubilados por esa persona que ahora camina a nuestro lado que no pensamos en nada más. Todos hemos vivido esa primera etapa, algunos, incluso, en varias ocasiones pero no es esa precisamente la que hoy vengo a celebrar (aunque también).

El 14 de febrero es más 14 de febrero si cabe para aquellas personas, para aquellas parejas que viven en la burbuja del amor maduro. ¡Ojo! No porque ellos lo sean sino porque el amor que sienten el uno por el otro sí lo es.

Como decía Erich Fromm “El amor infantil sigue el principio: Amo porque me aman. El amor maduro obedece al principio: Me aman porque amo. El amor inmaduro dice: Te amo porque te necesito. El amor maduro dice: Te necesito porque te amo”.

El amor maduro es aquel que ha superado expectativas, el que ha superado tentaciones, el que ha superado complejos, el que ha superado discusiones de toda índole, el que ha superado confinamientos y está en vías de superar pandemias. Sí, le hemos cambiado el nombre al “amor verdadero” de Disney y lo hemos denominado “amor maduro” en nuestra vida real porque quién quiere príncipes o princesas de cuento teniendo a personas reales con sus defectos y virtudes.

Fromm también dijo aquello de que “El primer paso a dar es tomar conciencia de que el amor verdadero es un arte, tal como es un arte vivir. Si deseamos aprender a amar debemos proceder en la misma forma en que lo haríamos si quisiéramos aprender cualquier otro arte”. Y es que “El arte de amar”, libro de Fromm, ha dado mucho de qué hablar y pensar, sobre todo cuando San Valentín toca a la puerta.

Leerlo nos lleva a pensar que, como en todo, la práctica lleva a la excelencia. ¿Y cómo lo aplicamos al amor? Sencillo. Partimos de la base de que preguntarse si seguir o no con una relación no es pecado, todos nos hemos preguntado en algún momento si deberíamos o no seguir, porque todos hemos vivido algún momento especialmente complicado con nuestras parejas, más aún en los últimos tiempos. Pero esa pregunta es, por así decirlo, una pregunta sana. Hacérnosla determina que somos personas críticas y, en parte, objetivas y que lo que nos obnubilaba al principio se ha disipado y nos deja ver la realidad. Nadie y nada es perfecto, y menos aún el amor, que sube y baja, que crece y mengua, que cambia de colores, pero que al fin y al cabo, lo componen dos personas que quieren estar juntas a pesar de las vicisitudes, que exponen y consensúan los problemas para que estos, dejen de serlo.

¿Sigues ahí? No se trata de apneas amorosas, no se trata de ser la pareja que más aguanta en el grupo de amigos. Se trata de ser aquellos que fallan y aprenden de los fallos porque, como dice Fromm entre líneas, el amor es algo que se cultiva, que se aprende, que debe cuidarse y mimarse tanto casi como una flor.

Si después de una discusión has salido de la cama y has vuelto al salón para hablar y solucionarlo eres digno/a de admiración y, por tanto, tu amor es digno de celebración. ¡Hablar, hablar y hablar! No quedarse con rencores, no permanecer en los silencios que os alejan es básico. Y es que compartir opiniones, discutir sobre ellas y llegar a conclusiones u opiniones compartidas forjadas por aquellos aciertos que encontramos entre los errores harán de nuestro amor uno maduro.

La comunicación es la clave para ello. Recordemos aquello de que cada persona es un mundo, y es que en cierto en modo lo somos, de ahí la normalidad en los choques de opinión, la normalidad de las discusiones y los roces. En cómo se gestionen esos roces estará el quid de la cuestión. De la cuestión que hoy nos aborda que no es otra que la de preguntarnos si celebrar o no nuestro amor. Así que… ¡sí! Si has superado expectativas, tentaciones, discusiones, confinamientos y casi pandemias… debes celebrarlo. Debes celebrarlo hoy y siempre que puedas porque el 14 de febrero es solo un día en el calendario y el amor maduro, aquel al que todos aspiramos a obtener se fragua a fuego lento, con trabajo, predisposición, ganas de aprender y mucha, mucha paciencia.

Por eso hoy, desde aquí, felicito a todas esas parejas que lo han conseguido, que no se han quedado en el camino y que han sabido nutrir sabiamente ese amor. Y a las que no… las felicito igualmente, porque habéis aprendido donde se falló y cómo se construye, y eso hará que para la próxima, que vendrá, estemos más preparados, más maduros y con las ideas más asentadas.

¡Feliz Día de los Enamorados!