Opinión

Entre ‘Filomena’ y ‘Justina’

Entre ‘Filomena’ y ‘Justina’

Entre ‘Filomena’ y ‘Justina’ / Isidoro Sánchez

Filomena caracterizó el mes de enero del año 2021 por la cantidad de agua y nieve que descargó de manera significativa. Sobre todo en las comunidades del centro de la España peninsular y en las cumbres del valle de La Orotava donde llaman Izaña, un paraje histórico para la meteorología canaria y española que estrenó el observatorio el 1 de enero de 1916, incluyendo en su registro el dato de la cota de la “panza de burro” que marcó en junio de 1799 el naturalista prusiano Alejandro von Humboldt, cuando subió por el Camino de Chasna en los montes de La Orotava, en dirección al Pico del Teide. También para la observación astrofísica de Canarias en la que el padre jesuita Juan Casanova y el profesor manchego Francisco Sánchez marcaron un hito en el arranque del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC).

Justina va a marcar asimismo una referencia invernal antes de los carnavales, que por culpa de la pandemia del coronavirus van a pasar virtuales a la historia festera de Canarias y en particular de Tenerife. Ya desde el amanecer del jueves 4 de febrero se notaba que la Aemet difícilmente se equivoca. Comenzó a llover de madrugada y se mantuvo de manera intermitente a lo largo del día. Como somos creyentes de los avances meteorológicos planifiqué con el amigo Victorino una excursión por la cara noreste del PN del Teide el miércoles 3. Antes de subir al Portillo de la Villa por la carretera de La Orotava paramos en Aguamansa para comprobar el estado de salud de este barrio orotavense donde echamos de menos la histórica piscifactoría que instalamos en los años de 1970 pero como todo se andará nos desviamos hasta la caldera de Aguamansa para fotografiar recuerdos de la celebración del centenario de la guardería forestal el 11 de julio de 1977. Junto a la placa y al escudo estampados en una roca situada a la entrada de la Caldera evocamos la presencia de hace 44 años de sobreguardas forestales canarios como Zózimo Hernández, Félix Alonso y Blas Rocha. Después de parar en el mirador de Mataznos alcanzamos el Portillo donde pudimos contemplar el espectacular Teide, monumento de la naturaleza donde los haya, y su pequeño protector circo por la cara norte, la Fortaleza y el Cabezón. De regreso paseamos por la carretera dorsal, a una cota de 2000 metros de altitud, camino de La Laguna y pudimos disfrutar de nuevo, del paisaje del mar de nubes en los valles de La Orotava y de Güímar, con la isla de La Palma y de Gran Canaria de fondo, respectivamente. En la cumbre de Izaña se alongaban, vestidos de blanco, los observatorios del Teide y al final de la serie la Estación Meteorológica del Aemet. Los neveros estaban escondidos entre las alfombras de nieve que miraban al mar Atlántico. A nuestros pies los montes de La Orotava, de la Corona Forestal, por el lado de la cuenca hidrográfica de Aguamansa que nos recordó a Hans Meyer en su visita a La Orotava y al Teide en los años de 1890 después de subir al volcán africano del Kilimanjaro. Así hasta llegar al Mirador de Ortuño, sobre las cumbres estatales de La Victoria de Acentejo, donde pudimos fotografiar las repoblaciones forestales que el amigo y admirado colega de la ingeniería forestal, Francisco Ortuño, llevó a cabo en los años de 1950 a lo largo y ancho de los montes de la isla.

Como Justina aún no había llegado nos dedicamos a parar en los distintos miradores de la dorsal y tomar fotos de las laderas nevadas de la cumbre que nos había dejado doña Filomena. Así hasta bajar al restaurante Aguamansa donde degustamos un escaldón con unas habas rociadas con vino tinto canario.

Al día siguiente se declaraba la situación de alerta por cuanto doña Justina cumplía con su palabra en lo que a lluvia y viento se refería. Esperamos ansiosamente la nieve y el agua, y así sucedió.

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