Melanie Klein nació en 1882 en Viena y formó parte de aquella cohorte de sabios de varias nacionalidades que se reunieron en torno a las teorías de Sigmund Freud, donde cada uno, a influjo de su capacidad, iba creando variantes o desarrollos del cuerpo común del psicoanálisis. Como nos relata Elisabeth Roudinesco las sucesivas generaciones de psicoanalistas descollaban por su capacidad y cultura humanista, y enriquecían la teoría y la clínica.

Melanie Klein destacó en el psicoanálisis de niños, pese a sus discrepancias con Anna Freud, incluso con Freud padre. Los niños terminan de serlo con el ingreso en la adolescencia. Ellas se adentraron en la insondable complejidad de la adolescencia enfebrecida, amenazante, quiasma de incertidumbres e inseguridades. La frase de padres “está en la adolescencia” y seguido “no tocar”, lo expresan. Cualquier adolescente ante conflictos familiares serios u otros tiene un arma con la que no podía soñar: cambia de sexo. Me da que en la mayoría de los casos van a ser decisiones dedicadas a padres, amigos/amigas, novios/as. Confusión, culpa, oscuridad. Como es seguro que la marginalidad iletrada y sectaria del Ministerio consorte de igualdad, de Melanie Klein no habrán oído hablar en la vida, igual lo han hecho de Julia Kristeva, psicoanalista y notable feminista, quizá sólo por esto último les suene. Parto de que la naturaleza en algunos casos es terriblemente injusta y crea sufrimiento psíquico cuando una persona de rasgos de un sexo se siente del otro. La naturaleza puede ser injusta y cruel, como cuando crea la fealdad en las personas o rasgos deformes. Que por cierto ¡a ver! son los que se están quedando sin redención ni grupo sanguíneo identitario. ¿No le encuentran su “constructo cultural”?

La niñera del marquesado de Galapagar, la que reparte a las mujeres vales de sodomía a los hombres, y la ristra de ignorantes okupas de extrema ociosidad biográfica deberían leer a Julia Kristeva. Defendía, coincidiendo con Hannah Arendt, la capacidad de re-nacimiento junto al valor de la intimidad creativa que apoyándose en la bisexualidad psíquica, serviría a que algunas personas se inventaran un sexo específico donde prendería su singularidad.

No lo saben, pero la singularidad tiene que ver con la constitución de la subjetividad y biografía personal, y nada con esas abstracciones de género que niega la ciencia, la experiencia artística, el sufrimiento y complejidad humana, y la cultura general de la ESO.

Tras todas esas dementes iniciativas legislativas de casta ignara y arrogante bien empotrada en el poder, no deja de ser una promesa de psiquiatría a medio plazo, para los pobres invitados al juego adolescente a dioses.