La irritación de Viera y Clavijo

“Yo sí que soy un ilustrado olvidado al que nunca pagarán las deudas de tantos años de esfuerzo por las letras de mi tierra”. José de Viera y Clavijo se subía por las paredes de su casa en la calle del Agua, en Los Realejos. No daba crédito a tamaña desfachatez por las insolentes palabras de su coetáneo Tomás de Iriarte en este diario de la isla. Agraviado y tremendamente desconcertado por la que tildaba de fantasía altanera del fabulista portuense, citó la ontología de Tomás de Aquino para referirse a su condición de verdadero representante del racionalismo del siglo de las luces en las Hespérides. En una contundente circular versada en escritura procesal, quiso evidenciar ante Dios y el pueblo su derecho a reivindicarse como el principal damnificado por la cultura moderna que aboca a los próceres de la tierra al ostracismo del olvido. “Habiendo tenido la fortuna de hallar entre los papeles de este diario las desafortunadas meditaciones de su distinguido literato, me veo obligado a precisar, prurito necesario, el recordatorio a su excelencia que el que suscribe ha sido y será el hacedor de la principal producción historiográfica de las islas; he creído hacer un bien al público ofreciendo una gradación de instructivas matizaciones vinculadas a mi excelsa carrera como referencia ilustrada”. En la compleja misiva, Viera y Clavijo exponía con estilo categórico que la arrogancia de Iriarte “es propia de aquellos que siembran grano y esperan reales”, poniendo de manifiesto que “con 14 años, reinterpreté el Guzmán de Alfarache en un pequeño libro llamado Vida del noticioso Jorge Sargo, mientras tú enriquecías el hedonismo con tertulias de principiantes en el Madrid de Carlos III. Yo no me fui eternamente de mi patria chica, ya que volví a tender puentes culturales entre Tenerife y Gran Canaria; tengo institutos, exposiciones, parques, jardines, plazas y homenajes continuos a mi persona, porque recuerdo que para su merced son contadas las alegorías”. El polígrafo tinerfeño confesó que su ego, pese a haber sido arcediano de Fuerteventura, lo arroja a exigir aún más cariño a su legado: “Yo sé que la gula es pecado, pero en lo único que estoy de acuerdo con Iriarte es en que debemos, entre todos, transmitir el mensaje de la cultura en su máxima expresión, en que los niños y mayores nos conozcan y se sientan identificados con los que como yo, hacemos grande a estas islas”. “No quiero ir por esos lares presumiendo, pero muy pocos saben que lancé el segundo globo aerostático en España, en 1783, una pasión que reflejé en la Fiesta de toros en el aire, o que, cuando me fui a Madrid, conocí en la Corte a un grupo de canarios en puestos destacados que me inspiró para crear el poema El nuevo Can Mayor o la constelación canaria, dedicado a glosar las 13 personalidades de las islas con las que concurrí, como Agustín de Betancourt, ingeniero del zar de Rusia”. Viera recordó con emotividad sus años como director de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria: “Vaya tiempos buenos esos, me acuerdo cómo poníamos verde a Carlos III. Los tertulianos siempre me decían que en los retratos al óleo y grabados salía con gesto ligeramente burlón, con esa sonrisa guasona que no podía evitar; les decía que el Papa también usaba polvos para maquillarse, pero nadie me entendía (ríe)”. Ante los continuos conflictos por erigirse como el más sobresaliente de los literatos canarios y tras valorar las declaraciones vertidas en este medio por Iriarte y Viera, el Sindicato de Insignes Ilustrados de Canarias ha publicado un comunicado, refrendado por un centenar de artistas del siglo XVIII y otras épocas, en el que se exige el fin de las hostilidades. Aceptado por las partes, Tomás Morales, Benito Pérez Galdós, Mercedes Pinto, y Agustín de Betancourt y Molina, dan fe de la conciliación.