La vida, como dice el dicho, es como el palo de un gallinero: corto y lleno de excrementos. Pero el palo está en vertical, de forma que los que más llenos de mierda están suelen ser los de abajo. El Banco Central Europeo, adelantándose al día de San Valentín, le ha remitido una carta de amor al Gobierno de España. Una en la que restriega por los progresistas morros del dúo picapiedra, Pedro y Pablo, el lamentable hecho de que este es el país europeo que menos ayudas públicas ha dado a su propia sociedad para superar la enorme crisis generada por la pandemia.

Pero las penas nunca vienen solas. El Consejo de Estado, que hay que tener mala sangre, también le ha mandado un informe al Gobierno afeándole la curiosa manera en que va a proceder al reparto de los miles de millones que vienen de Europa. Pedro Sánchez dijo que los va a utilizar para la transición digital de este país. Y tal vez por eso el sistema de reparto del dinero va a ser exactamente así: digital. O sea, que el presidente se lo va a dar a quien señale con su augusto dedo. No les cuento cómo se ha puesto el facherío de contento con las dos cachetadas que le han dado a Moncloa.

En este país somos tantos cuñados hablando que es difícil separar la paja del grano. Pero hay algunas cosas elementales, fáciles de discernir siguiendo la pista del dinero. La cantidad de ayudas que Alemania ha destinado a sus empresas y ciudadanos deja a España en el más estrepitoso de los ridículos. Y lo ha hecho, para más jeringar, un gobierno conservador presidido por un icono de la derecha europea: Angela Merkel.

Pero hay más. La Unión Europea, no sin vencer la oposición de los halcones del Norte, aprobó destinar un fondo extraordinario de 1,5 billones de euros –la mitad a fondo perdido– para el rescate de las economías de la zona euro, pero favoreciendo descaradamente a los países que presentaban peores indicadores objetivos. O sea, a los pobres del Sur. Es decir, entre otros, a España. Pero sin embargo, en este país, donde se supone que existe un Gobierno progresista, que mantiene el discurso de ayudar a los más débiles, el reparto de fondos no se hace de acuerdo a las cifras de paro, exclusión social o caída del PIB de las regiones. No señor. Se hace a través de un concursillo de proyectos al que se presentarán grandes empresas y comunidades y al que dios –o sea, Pedro– se la dé, San Pedro –o sea, Pedro otra vez– se la bendiga.

Este es Pedro y sobre esta piedra edificaré mis elecciones de dentro de dos años y pico. Y venga a enchufar una manguera de fondos para Cataluña, ante cuyo altar sacrifico hasta a mi mejor ministro, Illa el de las mascarillas. Y venga a enchufar la manguera y las transferencias al País Vasco. Más dinero para quienes más tienen. Así se combate la desigualdad y la pobreza en España.

Con la mosca tras la oreja

Ayer dieron la alerta de que hoy va a nevar en las cumbres. No es por nada pero tal y como nos están yendo las cosas últimamente, les aconsejaría ir cortando leña para organizar una hoguera en el cuarto de estar, no vaya a ser que nos toque a nosotros otra Filomena. Y ya si eso, les advierto que los sismógrafos han registrado, hace unos días, otro enjambre de pequeños terremotos –hasta 138– en el volcán de Cumbre Vieja, en la isla de La Palma. ¿No les suena? Es el de aquel reportaje pseudocientífico y apocalíptico que se publicó en algunos medios europeos –entre ellos la BBC– en el que se vaticinaba que media isla palmera se vendría abajo si el volcán entraba en erupción y que provocaría un megatsunami que ocasionaría una moción de censura al Gobierno del Pacto de las Flores y de paso nos llevaría a todos los canarios por delante y arrasaría la costa este norteamericana. Los científicos vulcanólogos nos han tranquilizado diciendo que el tsunami no sería para tanto (aunque igual no es buena idea comprarse una casa en la costa norte de El Hierro o La Gomera); que media isla probablemente se hundirá, pero dentro de algunos miles de años y que los enjambres sísmicos son bastante frecuentes en Cumbre Vieja. Ya, ya. Y todo lo que ustedes quieran. Pero con el añito que llevamos yo tengo la mosca detrás de la oreja.