Mañana, 2 de febrero, celebramos la fiesta de la Virgen de Candelaria. Esa imagen morenita que nos identifica a la mayoría de los canarios y que fue una adelantada de la evangelización en nuestra tierra. Con las distancias indicadas para prevenir la Covid-19, invitados a seguirla más por los medios digitales de la diócesis que presencialmente, en la basílica de Candelaria se celebrará este día especial con el que casi abrimos el mes de febrero de este año singular.

La maternidad divina de la Virgen María nos provoca mirar a la maternidad humana de las nuestras. La dicha de ser madre, el don extraordinario de traer a la existencia a un ser humano, el doloroso gozo de un parto que rompe el silencio y el dolor con el alegre canto de un llanto que despierta a la existencia. La vida es un don y hoy, en vísperas de la fiesta de nuestra patrona, quisiera hacer un elogio a la maternidad. Ese don femenino, exclusivamente femenino, ha de ser reivindicado socialmente como la mayor aportación que alguien puede hacer a la vida social. Un embarazo no es una enfermedad, aunque se relean como tal los prospectos de los fármacos. No es una enfermedad la posibilidad de quedar embarazada. Quitarle a la mujer esta peculiaridad es destripar su grandeza. Debería incluirse en cualquier criterio de contratación que haber sido madre son ya puntos en el cómputo que tienen mayor valor que cualquier doctorado realizado. No hay título mayor, ni mayor aportación a la vida social.

No se publica un artículo sin que quede recogido en los listados de las revistas especializadas. No es una cosa cualquiera, es una persona con todo lo que vale y todo lo que es una persona. Un pedazo de humanidad que sintetiza en sí a la humanidad entera. No es una tarea artesanal, porque la naturaleza hace su labor silenciosa como cuando surge del suelo la cosecha, sin ser llamada. Pero no hay precio posible para un valor tan enorme. Bienvenidas todas las normas de conciliación familiar que existen y existirán que ayudan a las madres a no dejar de serlo para tener que competir laboralmente con el resto de trabajadores. Porque nada es tan productivo como un hijo y nada es tan eficaz como una madre. Esa experiencia que aúna, de una vez, el amor y la vida como síntesis.

Muy hermosas fueron las palabras que dirigió Juan Pablo II a las mujeres el año 1995. Las traigo aquí porque no pueden quedarse en el olvido de lo dicho en el pasado, pues es y será siempre grito de presente: “Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida. / Te doy gracias, mujer-esposa, que unes irrevocablemente tu destino al de un hombre, mediante una relación de recíproca entrega, al servicio de la comunión y de la vida. / Te doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana, que aportas al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia. / Te doy gracias, mujer-trabajadora, que participas en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, artística y política, mediante la indispensable aportación que das a la elaboración de una cultura capaz de conciliar razón y sentimiento, a una concepción de la vida siempre abierta al sentido del misterio, a la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas de humanidad. / Te doy gracias, mujer-consagrada, que a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta esponsal, que expresa maravillosamente la comunión que Él quiere establecer con su criatura. / Te doy gracias, mujer, ¡por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas”.

Viva la Virgen de Candelaria…